cuales son las principales manifestaciones artisticas de la epoca revolucionaria
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André Breton, Tristan Tzara y Antonin Artaud, nacieron en 1896, y son tres de las principales expresiones de vanguardia literaria del período entre las guerras y cuyos nombres están ligados al más importante movimiento en las artes de este siglo, el surrealismo.
Cualquiera que sea el valor de los dos últimos, ni ellos, ni cualquier otro protagonista de las revoluciones en la cultura europea y mundial ocurridas a comienzos del siglo XX, desempeñaría un papel comparable al de Breton, denominado el ‘papa negro del surrealismo’ o el ‘gran inquisidor de las artes’ por algunos de sus incontables enemigos.
El fundador del movimiento surrealista sería probablemente, el primero en castigar la idea de ‘conmemoración’ de su centésimo cumpleaños. Y no sería esta nuestra intención, sino tomar la fecha para oponer, a las actuales tendencias reaccionarias y mercantiles que dominan la producción artística, el análisis y el debate de los aspectos fundamentales de su vida y de sus ideas que, en las décadas del 20 y 30, sirvieron como base para la lucha contra el statu quo burgués oficialista, corrupto y mediocre de las artes.
Sus principales influencias en la adolescencia fueron los escritores simbolistas, Charles Baudelaire, Sthepane Mallarmé y Joris Karl Huysmans, que leía ya en la escuela secundaria, y la agitación política antimilitarista que antecedió a la Primera Guerra Mundial. Se dice que muy joven, en 1913, habría participado de las manifestaciones contra la ampliación del servicio militar obligatorio a tres años dirigidas por el Partido Socialista de Jean Jaurés. Al ingresar a la facultad de medicina y durante la guerra, establecerá correspondencia con los simbolista de la última generación, Saint-Pol Roux y Paul Valéry, de quien recibirá gran influencia, como también de los cubistas Pierre Reverdy y Guillame Apollinaire.
En 1915, será alistado, pero mantendrá su oposición a la guerra y al patriotismo que dominaba a la juventud europea. En una carta a un amigo, considera "ridículo el entusiasmo bélico" con que la burguesía imperialista francesa, entonces la más poderosa de Europa consigue envenenar a la clase obrera y a la juventud. Como enfermero militar, cuidando de heridos y neuróticos de guerra en un hospital de Nantes, entrará en contacto con las ideas de Freud, decisivas en sus experiencias posteriores en torno a la función del inconsciente en la creación artística, y trabará amistad con Jacques Vaché, un dandy y un excéntrico misógino que va a encarnar en sus actitudes, comenzando por negarse a escribir, el drástico rechazo a la literatura y a los literatos, característica del movimiento Dadá y del propio surrealismo.
El imperialismo regimentó a millones de personas para la gigantesca carnicería de la I Guerra, a través de una orgía de propaganda nacionalista. Toda la superestructura de la sociedad burguesa fue copada de un frenesí patriótico, que envolvía no sólo a los partidos conservadores, ‘la juventud dorada’ y los altos mandos militares, sino también a los partidos socialistas, los sindicatos obreros y a la inmensa mayoría de los representantes de la cultura europea. La profundidad de las ilusiones patrióticas llevarán a una reacción igualmente intensa ante la monstruosa violencia desencadenada por la guerra imperialista. Los jóvenes, obreros, pequeño-burgueses y hasta burgueses, fueron masacrados y mutilados por centenares de miles en las fétidas trincheras llenas de ratas, con gas, bayonetas, y armas de fuego de un poder de destrucción hasta entonces desconocido. Esta manifestación impresionante de descomposición de la sociedad capitalista, resultado de su transformación en imperialismo, fue engalanada con hipócrita retórica poética por la crema de la intelectualidad del viejo mundo. En contraste con el optimismo oficial de los viejos, sólo una minoría de jóvenes artistas, como Wilfres Owen en Inglaterra, retrataban la profunda desilusión, estupor y revuelta ante la carnicería que, de a poco, fue alcanzando las conciencias.
De la misma forma que la ola revolucionaria, que barrió los países que apilaban cuerpos en el campo de batalla (revolución rusa de 1917, alemana de 1918, húngara de 1921, etc.), expresaba el colapso del capitalismo, las manifestaciones artísticas de pos guerra van a exponer el estado de bancarrota de la cultura burguesa. A partir de allí, la inestabilidad extrema será la característica principal de la creación artística, de la misma manera que de todas las relaciones sociales y económicas.
Estas manifestaciones que, expresaban tendencias contradictorias, serán aglutinadas bajo la denominación burlona de ‘Dadá’, movimiento que fue el precursor natural y necesario del surrealismo, habiendo entre ambos una relación dialéctica de continuidad y ruptura.
Cualquiera que sea el valor de los dos últimos, ni ellos, ni cualquier otro protagonista de las revoluciones en la cultura europea y mundial ocurridas a comienzos del siglo XX, desempeñaría un papel comparable al de Breton, denominado el ‘papa negro del surrealismo’ o el ‘gran inquisidor de las artes’ por algunos de sus incontables enemigos.
El fundador del movimiento surrealista sería probablemente, el primero en castigar la idea de ‘conmemoración’ de su centésimo cumpleaños. Y no sería esta nuestra intención, sino tomar la fecha para oponer, a las actuales tendencias reaccionarias y mercantiles que dominan la producción artística, el análisis y el debate de los aspectos fundamentales de su vida y de sus ideas que, en las décadas del 20 y 30, sirvieron como base para la lucha contra el statu quo burgués oficialista, corrupto y mediocre de las artes.
Sus principales influencias en la adolescencia fueron los escritores simbolistas, Charles Baudelaire, Sthepane Mallarmé y Joris Karl Huysmans, que leía ya en la escuela secundaria, y la agitación política antimilitarista que antecedió a la Primera Guerra Mundial. Se dice que muy joven, en 1913, habría participado de las manifestaciones contra la ampliación del servicio militar obligatorio a tres años dirigidas por el Partido Socialista de Jean Jaurés. Al ingresar a la facultad de medicina y durante la guerra, establecerá correspondencia con los simbolista de la última generación, Saint-Pol Roux y Paul Valéry, de quien recibirá gran influencia, como también de los cubistas Pierre Reverdy y Guillame Apollinaire.
En 1915, será alistado, pero mantendrá su oposición a la guerra y al patriotismo que dominaba a la juventud europea. En una carta a un amigo, considera "ridículo el entusiasmo bélico" con que la burguesía imperialista francesa, entonces la más poderosa de Europa consigue envenenar a la clase obrera y a la juventud. Como enfermero militar, cuidando de heridos y neuróticos de guerra en un hospital de Nantes, entrará en contacto con las ideas de Freud, decisivas en sus experiencias posteriores en torno a la función del inconsciente en la creación artística, y trabará amistad con Jacques Vaché, un dandy y un excéntrico misógino que va a encarnar en sus actitudes, comenzando por negarse a escribir, el drástico rechazo a la literatura y a los literatos, característica del movimiento Dadá y del propio surrealismo.
El imperialismo regimentó a millones de personas para la gigantesca carnicería de la I Guerra, a través de una orgía de propaganda nacionalista. Toda la superestructura de la sociedad burguesa fue copada de un frenesí patriótico, que envolvía no sólo a los partidos conservadores, ‘la juventud dorada’ y los altos mandos militares, sino también a los partidos socialistas, los sindicatos obreros y a la inmensa mayoría de los representantes de la cultura europea. La profundidad de las ilusiones patrióticas llevarán a una reacción igualmente intensa ante la monstruosa violencia desencadenada por la guerra imperialista. Los jóvenes, obreros, pequeño-burgueses y hasta burgueses, fueron masacrados y mutilados por centenares de miles en las fétidas trincheras llenas de ratas, con gas, bayonetas, y armas de fuego de un poder de destrucción hasta entonces desconocido. Esta manifestación impresionante de descomposición de la sociedad capitalista, resultado de su transformación en imperialismo, fue engalanada con hipócrita retórica poética por la crema de la intelectualidad del viejo mundo. En contraste con el optimismo oficial de los viejos, sólo una minoría de jóvenes artistas, como Wilfres Owen en Inglaterra, retrataban la profunda desilusión, estupor y revuelta ante la carnicería que, de a poco, fue alcanzando las conciencias.
De la misma forma que la ola revolucionaria, que barrió los países que apilaban cuerpos en el campo de batalla (revolución rusa de 1917, alemana de 1918, húngara de 1921, etc.), expresaba el colapso del capitalismo, las manifestaciones artísticas de pos guerra van a exponer el estado de bancarrota de la cultura burguesa. A partir de allí, la inestabilidad extrema será la característica principal de la creación artística, de la misma manera que de todas las relaciones sociales y económicas.
Estas manifestaciones que, expresaban tendencias contradictorias, serán aglutinadas bajo la denominación burlona de ‘Dadá’, movimiento que fue el precursor natural y necesario del surrealismo, habiendo entre ambos una relación dialéctica de continuidad y ruptura.
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