resumen del primer capítulo de política para Amador
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Tendrás que admitir, Amador, que este libro nos lo hemos buscado tanto tú como yo.
Empujados, desde luego y como casi siempre, por las dichosas circunstancias. La parte de culpa que
me corresponde consiste en que me atreví a cerrar el último capítulo de Ética para Amador (¿te
acuerdas?, aquel dedicado a las relaciones entre ética y política) prometiéndote que seguiríamos
hablando de esas cuestiones referentes a la organización y desorganización del mundo... en otro
libro. Y lo de las circunstancias también está bastante claro, porque la ética que te dediqué se ha
vendido agradablemente bien y eso siempre le anima a uno a reincidir en el pecado.
Pero el principal culpable de que me haya decidido a escribirte otra tanda de sermones o rollos
o lo que prefieras eres tú mismo: ahora no puedes quejarte. Muchas veces me has comentado que
casi todos los chicos de tu edad que conoces pasan completamente de los políticos y la política:
consideran que ese rollo es muy chungo, que no hay más que chorizos, que mienten hasta cuando
duermen y que la gente corriente no puede hacer nada para cambiar las cosas porque siempre tienen
la última palabra los cuatro enteraos que están arriba. De modo que más vale dedicarse a vivir uno
lo mejor posible y ganar buen dinerito, que lo demás son cuentos y ganas de perder el tiempo. Esta
actitud me resulta un poco alarmante y también, perdona que te lo diga con franqueza, no me parece
demasiado inteligente. Voy a explicártelo, empezando por responder a las «pegas» más obvias que
puedes ponerle a lo de llegar a interesarte por la política tanto como creo que acabaste aceptando
que debe uno interesarse por la ética. ¿Te acuerdas de lo que decíamos en la Ética para Amador que
constituye la diferencia fundamental entre la actitud ética y la actitud política? Las dos son formas
de considerar lo que uno va a hacer (es decir, el empleo que vamos a darle a nuestra libertad), pero
la ética es ante todo una perspectiva personal, que cada individuo toma atendiendo solamente a lo
que es mejor para su buena vida en un momento determinado y sin esperar a convencer a todos los
demás de que es así como resulta mejor y más satisfactoriamente humano vivir. En la ética puede
decirse que lo que vale es estar de acuerdo con uno mismo y tener el inteligente coraje de actuar en
consecuencia, aquí y ahora: no valen aplazamientos cuando se trata de lo que ya nos conviene, que
la vida es corta y no se puede andar dejando siempre lo bueno para mañana... En cambio, la actitud
política busca otro tipo de acuerdo, el acuerdo con los demás, la coordinación, la organización entre
muchos de lo que afecta a muchos. Cuando pienso moralmente no tengo que convencerme más que
a mí; en política, es imprescindible que convenza o me deje convencer por otros. Y como en
cuestiones políticas no sólo se trata de mi vida, sino de la armonía en acción de mi vida con otras
muchas, el tiempo de la política tiene mayor extensión: no sólo cuenta el deslumbramiento
inaplazable del ahora sino también períodos más largos, el planeamiento de lo que va a ser el
mañana, ese mañana en el que quizá yo ya no esté pero en el que aún vivirán los que yo quiero y
donde aún puede durar lo que yo he amado.
Resumiendo: los efectos de la acción moral, que sólo depende de mí, los tengo como quien dice
siempre a mano (aunque a veces me cueste elegir y no resulte claro qué es lo que más conviene
hacer). Pero en política, en cambio, debo contar con la voluntad de muchos otros, por lo que a la
«buena intención» le cuesta casi siempre demasiado encontrar su camino y el tiempo es un factor
muy importante, capaz de ir estropeando lo que empezó bien o no terminar nunca de traer lo que
intentamos conseguir. En el terreno ético la libertad del individuo se resuelve en puras acciones,
mientras que en política se trata de crear instituciones, leyes, formas duraderas de administración...
Mecanismos delicados que se estropean fácilmente o nunca funcionan del todo como uno esperaba.
O sea que la relación de la ética con mi vida personal es bastante evidente (creo habértelo
demostrado ya en el libro anterior) pero la política se me hace en seguida ajena y los esfuerzos que
realizo en este campo suelen frustrarse (¿por culpa de los «otros»?) de mala manera. Además, la
Respuesta: Llegar al mundo es llegar a nuestro mundo, al mundo de los humanos. Vivir en sociedad es recibir constantemente noticias, órdenes, sugerencias, chistes, súplicas, tentaciones, insultos... y declaraciones de amor. Y la mayoría de las veces, si pongo pegas a sus imposiciones o rechazo su ayuda, me castiga de un modo u otro. Por supuesto, no debes confundir las convenciones con los caprichos, ni creer que lo «convencional» es algo sin sustancia, una bagatela que puede ser suprimida sin concederle mayor importancia. Somos animales sociales, pero no somos sociales en el mismo sentido que el resto de los animales. Antes te he dicho que la diferencia fundamental entre los demás animales y los humanos es que nosotros tenemos «razón» además de instintos. Aquí los que me interesan son los remedios sociales o civiles con los que los hombres no sólo hemos procurado resguardar nuestras vidas sino sobre todo fortificar nuestros ánimos contra la presencia de la muerte, venciéndola en el terreno simbólico . Te digo que las sociedades humanas funcionan siempre como máquinas de inmortalidad, a las que nos «enchufamos» los individuos para recibir descargas simbólicas vitalizantes que nos permitan combatir la amenaza innegable de la muerte.
Explicación: ten en cuenta que resumí 4 paginas larguísimas