Castellano, pregunta formulada por claudialoayzapaye, hace 1 año

resumen del el gato negro

Respuestas a la pregunta

Contestado por melany2626
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Respuesta:

En el cuento “El gato negro de Edgar Allan Poe”, se narra la historia de un personaje haciendo caso omiso de su nombre, el posee una pasión o amor hacia los animales, siendo su última adquisición después de cásese, un gato al que llamo Plutón, animal por el que desarrollo un gran aprecio, pero notó que al cabo de varios años su temperamento y carácter se habían alterado radicalmente por culpa de este animal, pensamiento incitado por la superstición de su esposa.  

Una noche en la que volvía a casa completamente embriagado, le pareció que el gato evitaba su presencia y en un momento de enojo le hiso saltar un ojo con un cortaplumas como arma.  

Después arrepintió, pero el gato se quedó sin uno de sus globos oculares. Poco después una mañana a sangre fría le pasó una soga por el cuello y lo ahorcó en la rama de un árbol, pero la noche de ese mismo día se despertó encontrando la casa envuelta en llamas, y lo único que pudo quedar en pie, fue un tabique divisorio con la imagen del gato.  

Después de un tiempo, su situación fue relativamente normal, tenía casa, mujer y proyectos para el futuro, hasta un día que encontró un gato con cierto parecido a Plutón, al que llevo a su casa; gato que llego a odiar por varias de sus similitudes con su antigua preferida mascota.

Explicación:

Contestado por ICOGNITO01UWU
0

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Explicación:

Hay algo en el generoso y abnegado amor de un animal que llega directamente al corazón de aquel que con frecuencia ha probado la falsa amistad y la frágil fidelidad del hombre.      Este último era un animal de notable tamaño y hermosura, completamente negro y de una sagacidad asombrosa.       Sacando del bolsillo del chaleco un cortaplumas, lo abrí mientras sujetaba al pobre animal por el pescuezo y, deliberadamente, le hice saltar un ojo.       Cierto que la órbita donde faltaba el ojo presentaba un horrible aspecto, pero el animal no parecía sufrir ya.       Me quedaba aún bastante de mi antigua manera de ser para sentirme agraviado por la evidente antipatía de un animal que alguna vez me había querido tanto.       Había una soga alrededor del pescuezo del animal.       Llegué al punto de lamentar la pérdida del animal y buscar, en los viles antros que habitualmente frecuentaba, algún otro de la misma especie y apariencia que pudiera ocupar su lugar.       Acababa, pues, de encontrar el animal que precisamente andaba buscando.       De inmediato, propuse su compra al tabernero, pero me contestó que el animal no era suyo y que jamás lo había visto antes ni sabía nada de él.      Continué acariciando al gato y, cuando me disponía a volver a casa, el animal pareció dispuesto a acompañarme.      Por mi parte, pronto sentí nacer en mí una antipatía hacia aquel animal.       En esos momentos, aunque ansiaba aniquilarlo de un solo golpe, me sentía paralizado por el recuerdo de mi primer crimen, pero sobre todo -quiero confesarlo ahora mismo- por un espantoso temor al animal.       Me siento casi avergonzado de reconocer, sí, aún en esta celda de criminales me siento casi avergonzado de reconocer que el terror, el espanto que aquel animal me inspiraba, era intensificado por una de las más insensatas quimeras que sería dado concebir.       Más de una vez mi mujer me había llamado la atención sobre la forma de la mancha blanca de la cual ya he hablado, y que constituía la única diferencia entre el extraño animal y el que yo había matad

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