resumen de la homilia Virgen del carmen
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
espero te sirva
Explicación:
La fiesta de Nuestra Señora del Monte Carmelo nos llena hoy de alegría, porque la advocación de la Santísima Virgen del Carmen es muy amada por todo el pueblo de Dios desde los orígenes de esta advocación, cuando en el siglo XIII el santo carmelita San Simón Stock viera en una visión mística en 1251 cómo le entregaba la Virgen María el santo escapulario, medio fiel de salvación para cuantos confían en la santísima Virgen. San Simón fue un gran renovador de la Orden Carmelitana, que transformó la vida religiosa de los eremitas del Monte Carmelo, fomentando comunidades de vida religiosa con fines apostólicos, al estilo de las entonces nuevas órdenes mendicantes de los frailes franciscanos y dominicos.
Los carmelitas han sido grandes apóstoles de la devoción del Carmen, que desde el siglo XVI constituyeron una comunidad en torno a una capilla dedicada a la Virgen en el Monte Carmelo y levantada sobre una capilla anterior[1]. La piedad filial de los fieles experimentó un singular apego a la protección de la Virgen mediante la imposición desde el siglo XVI del santo escapulario. El pueblo fiel ha encontrado siempre en la Virgen María aquel amparo que nos remite a las entrañas maternales de Dios. Pocos lugares de la sagrada Escritura son tan expresivos como el pasaje de Isaías donde Dios manifiesta su infinita ternura por el pueblo de su elección: «¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues, aunque esas llegaren a olvidar, yo no te olvido» (Is 49,15).
Así, cuando Dios anuncia la redención de Israel, lo hace con una invitación a la alegría porque llega la salvación, y anuncia el gozo de la redención a la hija de Sión, la comunidad de su elección que él redime perdonando sus pecados e idolatrías. La invitación a la alegría viene del perdón de los pecados y la reconciliación de Dios con su pueblo, porque ha terminado el tiempo de la cautividad babilónica y se formará la comunidad nueva y redimida del pueblo santo que Dios quiere para sí: la comunidad que ya estará formada sólo por Israel, sino por la reunión de muchos pueblos, cuando Dios «tomará posesión de Judá sobre la tierra santa y elegirá de nuevo a Jerusalén» ( Zac 2,16), para hacer de ella la morada de su gloria. Es lo que hemos escuchado en la primera lectura, tomada del profeta Zacarías.