Qué pasó con América Latina y De qué manera la bipolarizacion del mundo influyó en América Latina
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Washington(USA) y Beijing(CHINA) no solo tienen la voluntad política, sino que además cuentan con los instrumentos necesarios para hacerlo, en tanto disponen de bancos multilaterales y estructuras de financiamiento, agencias gubernamentales de cooperación y empresas transnacionales múltiples y diversificadas, entre otros atributos de poder. En síntesis, hoy el mundo parece circunscrito al debate entre el atlantismo y la nueva Ruta de la Seda.
señalamos los aspectos centrales de esta nueva bipolaridad, al tiempo que reflexionamos sobre la dinámica y las implicancias que podrían derivarse de ella dependiendo de cómo se estructure el vínculo bilateral entre China y Estados Unidos, que podría oscilar y devenir en una «bipolaridad flexible» o en una «bipolaridad rígida». Este último escenario es el que identificamos como el más problemático y desfavorable para los países de América Latina, postura que puede justificarse por dos razones: 1) en un contexto de tales características, aumentarían los niveles de aversión al riesgo y el mundo se tornaría más restrictivo, con una consecuente contracción en los flujos comerciales y de capital (tanto financieros como de inversión extranjera directa), precisamente lo contrario a lo que necesitan la mayoría de los países de la región; y 2) cuanta mayor rigidez adquiera la bipolaridad, menor será la posibilidad de construir agendas positivas con ambas potencias al mismo tiempo.
De este modo, la conformación de esta nueva bipolaridad no resulta indiferente para América Latina y ya comienza a mostrar algunos coletazos. El citado discurso de Rex Tillerson en la Universidad de Texas muestra el malestar norteamericano ante el coqueteo y el beneplácito de los países de la región hacia la expansión de la influencia china. El ex-secretario de Estado mostró una inusitada retórica, reconociendo a Estados Unidos y a China como «poderes imperiales», aunque identificando al país asiático como menos conveniente, en respuesta al grado de cooperación alcanzado en febrero de este año en la cumbre entre la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac) y China, celebrada en Santiago de Chile.
A lo largo de 2018, dos aspectos merecen destacarse como notas salientes del devenir político de América Latina en el contexto analizado: 1) la fuerte retracción del diálogo interamericano evidenciado en la VIII Cumbre de las Américas celebrada en Lima –por primera vez, sin la presencia del presidente de Estados Unidos–; y 2) la consolidación de la cooperación birregional sino-latinoamericana. Cabe destacar, asimismo, que la aproximación de la región al gigante asiático no solo se da en el plano de la retórica, sino que también discurre en el de las acciones.
En el propio «patio trasero» de Estados Unidos, Panamá y China, que mantienen relaciones diplomáticas desde hace un año, cuando el país centroamericano rompió relaciones con Taiwán, acaban de llegar a un acuerdo sobre el capítulo de propiedad intelectual en el marco de la tercera ronda de negociaciones para un acuerdo de libre comercio entre ambos Estados. Es destacable que China sea el segundo mayor usuario del Canal de Panamá después de Estados Unidos y que un consorcio chino opere los puertos en ambos extremos de la vía interoceánica.
En cuanto al Cono Sur, el canciller de Uruguay, Rodolfo Nin Novoa, viajó a Beijing en agosto pasado para suscribir un Memorándum de Entendimiento sobre Cooperación en el marco del Cinturón Económico de la Ruta de la Seda (OBOR, por sus siglas en inglés). Uruguay se transformó en el primer país de América Latina en incorporarse oficialmente a esta iniciativa china.