Que legados éticos y morales nos dejo la madre Teresa de Calcuta.
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Respuesta:
En esta experiencia de la vocación encontramos, a su vez, dos elementos centrales. El primero, al brotar de la conciencia de saberse llamada a una tarea determinada, implica una apertura interior honesta y un sentido del deber moral ligado a esa vocación. Y, en segundo lugar y como consecuencia, el asumir dicha tarea con valentía y alegría. La madre Teresa muestra con su ejemplo que la verdad albergada y descubierta en uno mismo se hace fecunda en la medida en que se concreta en la realidad y vence las dificultades externas e internas.
Una dimensión aún más profunda de la verdad del ser humano pasa por el hecho de ver en cada persona a Jesús mismo, pues cada ser humano ha sido creado a imagen y semejanza de Dios y por cada uno ha entregado su vida hasta la muerte. Esto es así para todos, también y más especialmente para los más desprotegidos, como son los no nacidos, los ancianos, los enfermos terminales, etc. Cada día se confronta con esta realidad y la confirma a través de su trato personal con Jesús en la oración, de los más pobres o de sus hermanas Esta verdad responde, por un lado, a una realidad: lo que es cada uno, y, por otro, apunta a un ideal: lo que debería ser cada uno y cómo, en función de lo primero, debería ser tratado. Para realizar lo segundo pone en juego todo su ser y su libertad entregándolos a la causa de la caridad. Asimismo, esta verdad tan iluminadora le permite trabajar por la cultura de la vida, y frenar en alguna medida la cultura de la muerte, que deja de lado a los que resultan incómodos.
Todo lo anterior se cimienta sobre la certeza de que el ser humano tiene un valor especial, y de que dicha dignidad le viene dada por el solo hecho de ser persona humana y no por sus condiciones físicas, económicas, etc. Esto se hace patente en su dedicación a los más pobres y enfermos; y más aún, a los moribundos mismos. Lo que descubren al ser tratados con cariño y hasta con veneración por las hermanas es su propia dignidad que hasta entonces quizás no se les había reconocido. “La gente sencilla no es tonta, ni se deja engañar; no es ciega, ni sofisticada; con su mente simple, descubre la verdad: que esas mujeres les quieren, porque son como un espejo del amor de Dios. Y así, a través de sus sufrimientos, descubren a Dios”(2) . Según esto, el sentirse amado se presenta como una de las experiencias para adentrarse en la verdad del ser humano, como camino privilegiado, por tanto, para ser feliz.
Pero no sólo restaura la dignidad de los más necesitados. Ella descubre también ese valor en los no nacidos y por eso no se cansó de denunciar el crimen cometido en el aborto. Así lo hizo, por ejemplo, en el discurso dirigido a los líderes mundiales al recibir el Premio Nobel de la Paz, cuando condenó con determinación el atropello a la dignidad humana que se cometía con cada aborto. Y en otra ocasión afirmó con fuerza a un gobernante: “Al permitir el aborto (en este país), ha desencadenado el odio, pues si una madre puede matar a su hijo, nadie podrá impedir que nos matemos mutuamente”(3) .
Sin embargo, a menudo esta verdad está oculta a la consideración y la experiencia de muchas personas. Algunos de los factores que la oscurecen o esconden pueden ser una condición social desfavorable, una enfermedad que nos hace repugnantes, la pobreza, la falta de aceptación de sí mismo, la creencia de que uno es autosuficiente y no necesita de los demás ni de Dios para salir adelante, juicios demasiado utilitaristas acerca de las personas… En todos estos casos la verdad del ser humano está oscurecida. La Madre Teresa ayudó a muchas personas a iluminarla invitándoles a colaborar en sus Hogares de pobres y enfermos. Esto les hacía salir de sí mismas y desprenderse así del “velo” del egoísmo, de la avaricia o de los prejuicios, lo que les permitía considerar lo que no se ve a simple vista: el valor interior, la riqueza del ser humano. Son muchos los testimonios que nos muestran a la M. Teresa desviando la atención desde sí misma y dirigiéndola a los pobres o invitando a colaborar personalmente en su Misión de la Caridad o, incluso, invitando a personas de diversos credos a orar, pues consideraba la oración como un momento privilegiado en que la verdad se desvela: cuando uno hace silencio interior, acalla los ruidos de pasiones y se acerca a la visión que Dios tiene del mundo y captar así la realidad tal como es. Hay que vivirlo para entenderlo.
Un aspecto muy llamativo de su vivencia de la verdad es que nunca asomaban críticas a sus labios. No sólo era veraz y hablaba con la verdad, aunque fuera de cosas que no