por qué Popeye tenía un ojo tuerto?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Resulta un anacronismo, un guiño a la nostalgia, que un muro callejero de Palma acabe recordando a un personaje de cómic de los años 30. Un oportuno paralelismo que surja en los fondos de la ciudad canalla en tiempos de penurias un personaje de tira cómica que nació en 1929, el mismo año que el crack de la bolsa apuñaló a Norteamérica. ¿Quién ha ocupado la pared vieja con una tira de piedra del personaje creado por Elzie Crisler Segar? ¿Qué años tendrá?
A la tira cómica el papel se le queda pequeño. Querrá sobrevivir un poco más y hacerse petroglifo, ingenuo el pintor, acaso no sabe que los muros se tiran en un periquete porque es más fácil, más barato, derribar que construir. Mientras, el marino Popeye, con su perdido ojo derecho y viendo a través del ojo azul que le queda, escucha las regañinas de mamá Olivia al pequeño Cocoliso.
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La historia de este personaje es muy curiosa. El marino de prominente mandíbula, que fuma en pipa y se alimenta de espinacas que le dan esa fortaleza, nació en papel de diario en 1919. Lo crearon como secundario pero acabó quedándose con el protagonismo que tenía el novio de Olivia Casto. No solo birló el protagonismo a Ham Gravy sino que le robó la novia, la flacucha Olivia, admirada de la fuerza homérica de ese marino canalla y tierno al que no importaba que le faltara un ojo. De ahí el nombre, Pop-eye, el de ojo saltón.
Un día este marinero que por su roja barba podría ser hijo de un tabernero irlandés recibió por correo un niño, Cocoliso, que acabó adoptando. La trama es del todo adelantada a su tiempo, eso sí, en clave muy satírica. Hoy con lo políticamente correcto que se han vuelto los mass media no le permitirían semejantes acciones.
Una generación de españoles se alimentó, muy a su pesar, de espinacas, porque sus madres creyeron en el alto contenido en hierro de la verdura. El error de un científico al poner una coma que multiplicó por diez el contenido del mineral en la verdura estimuló el consumo. Popeye fue un aliado necesario. A los niños se les ponía cara de acelga cada vez que en la mesa encontraban un plato verde. Daba igual que la madre lo disfrazara con un huevo frito encima y unos dorados ajitos. Solo el marino podía infiltrarse en el imaginario colectivo de los críos y hacerles comer verde.
La publicidad en alimentación en los años 30 no imaginó el poder que otorgaría al personaje de la flacucha Olivia, paradigma de la anorexia a pesar de que una enferma de esta enfermedad la encontró "demasiado gorda".
Los paredes de Palma vuelven a ser una nota de historia, en este caso de la tira cómica gracias a Popeye y sus singulares familiares, amigos y enemigos como Brutus, el eterno enamorado de Olivia.
Explicación:
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