Por qué no se debe tolerar a los/as intolerables?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Muchas personas han defendido la legitimidad de las demostraciones de la extrema derecha porque dicen que están ejerciendo su libertad de expresión. Por otro lado, también se dice que si una de las bases de una sociedad democrática es la tolerancia, entonces se debería tolerar cualquier expresión sin importar de qué tipo sea. Ambos argumentos tienen razón, pero solo parcialmente. Tanto la libertad de expresión como la tolerancia son valores en los que se finca la democracia pero no es verdad que se deba tolerar cualquier tipo de expresión. Desde Voltaire, pasando por Popper y llegando a Žižek, numerosos pensadores han demostrado que, para que exista una sociedad democrática y libre, debe existir un límite para la tolerancia. Y solo así la sociedad democrática podrá seguir existiendo.
¿Qué pasa con estas ideas de extrema derecha que, justo, exigen la desintegración de la pluralidad en la democracia?, ¿cuáles son las razones de estos pensadores para asegurar que no todo deber ser tolerado?, ¿cuál es el límite de la tolerancia?
Voltaire: el gran defensor de la tolerancia en Occidente
En el Tratado sobre la Tolerancia (1763), Voltaire hace un repaso de las ventajas de la tolerancia para los pueblos.
En este texto, Voltaire hace una revisión de cómo, tanto en Grecia (cuna intelectual de Europa) como en Roma (cuna del derecho europeo) e incluso en la figura de Cristo (principal figura religiosa de Europa de ese entonces), la tolerancia es el valor principal y la intolerancia siempre ha traído calamidades a los europeos.
En el capítulo IV dice:
El furor que inspiran el espíritu dogmático y el abuso de la religión cristiana mal entendida ha derramado tanta sangre, ha producido tantos desastres en Alemania, en Inglaterra, e incluso en Holanda, como en Francia: sin embargo, hoy día, la diferencia de religión no causa ningún disturbio en aquellos Estados; el judío, el católico, el griego, el luterano, el calvinista, el anabaptista, el sociniano, el menonita, el moravo, y tantos otros, viven fraternalmente en aquellos países y contribuyen por igual al bienestar de la sociedad.
Por otro lado, defiende la intolerancia a la intolerancia misma. En el mismo capítulo cita un caso sobre un emperador chino:
Es cierto que el gran emperador Yung-Chêng, el más sabio y el más magnánimo que tal vez haya tenido China, ha expulsado a los jesuitas; pero esto no lo hizo por ser intolerante; fue, al contrario, porque lo eran los jesuitas. Ellos mismos citan, en sus Cartas curiosas, las palabras que les dijo aquel buen príncipe: “Sé que vuestra religión es intolerante; sé lo que habéis hecho en Manila y en el Japón; habéis engañado a mi padre; no esperéis engañarme a mí.” Léanse todos los razonamientos que se dignó hacerles, se le encontrará el más sabio y el más clemente de los hombres. ¿Podría, en efecto, permitir la permanencia en sus Estados de unos físicos de Europa que, con el pretexto de mostrar unos termómetros y unas eolipilas a la corte, habían sublevado ya contra él a uno de los príncipes de la sangre?”
Y añade:
Los japoneses eran los más tolerantes de todos los hombres: doce religiones pacíficas estaban establecidas en su imperio; los jesuitas vinieron a ser la decimotercera, pero pronto, al no querer ellos tolerar ninguna otra, ya sabemos lo que sucedió: una guerra civil, no menos horrible que la de la Liga, asoló el país. La religión cristiana fue ahogada en ríos de sangre; los japoneses cerraron su imperio al resto del mundo y nos consideraron como bestias feroces, semejantes a aquellas de que los ingleses han limpiado su isla.
Voltaire era un ilustrado y fue el mayor defensor de la tolerancia en su época. Pero parece que, independientemente de eso, conocía un límite para esta tolerancia: los discursos que son en sí mismos intolerantes no pueden ser tolerados. El problema no es que haya diferentes ideas y religiones, el problema es cuando una de ellas quiere oprimir a todas las demás y ser la única.
Es como cuando los grupos Profamilia quieren prohibir la educación sexual o las demostraciones de orientaciones sexuales distintas. Estos grupos no están pidiendo ser diferentes sino que piden prohibir la representación de “los otros” e incluso enseñar conocimientos parciales en las escuelas. El problema es que justo esa postura es incompatible con la idea de democracia, pues pedir prohibir a los que no piensan como uno atenta contra la propia democracia; no así pedir que se prohiban las ideas intolerantes pues eso garantiza la existencia de la democracia misma.
Explicación: