¿Por qué fue difícil romper con la herencia colonial que sometía al indio?
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
La herencia colonial
FELIPE SAHAGÚN12 octubre, 2012
Jon Lee Anderson. Foto: Archivo.
Sexto Piso, 2012 286 páginas, 22 euros
Para quienes sigan de cerca el New Yorker, el nuevo libro de Jon Lee Anderson (California, 1957) tiene la virtud de reunir en un solo texto diez de sus mejores reportajes sobre África de los últimos 14 años. Quienes lleguen a ellos por primera vez descubrirán una nueva África en transformación vertiginosa y, con frecuencia, violenta, donde las viejas maldiciones -muchas heredadas y otras recientes- se resisten a desaparecer.
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Liberia, Angola, Santo Tomé, Somalia, Zimbabue, Sudán, Guinea y Libia son los países cubiertos en este libro. Tres de los líderes elegidos como protagonistas han tenido finales desgraciados: Gaddafi y el guineano Dadis fueron asesinados, y el liberiano Charles Taylor cumple una condena de 50 años por los crímenes cometidos. Su sucesora, Ellen Johnson Sirleaf, el angolano José Eduardo dos Santos, el sudanés Omar Hassan al Bashir y el zimbabuense Robert Mugabe permanecen en sus puestos. Fradique de Menezes (Santo Tomé) se retiró en paz el año pasado y el somalí Sheij Sharif Sheij dejó paso, también en paz, el pasado 11 de septiembre a su sucesor tras perder la votación en una segunda vuelta. Fue la primera alternancia tranquila en Somalia en cuarenta y dos años.
“La lista de países es idiosincrática, más un reflejo de mi interés personal en ellos que de su estatus en el acontecer del mundo contemporáneo”, escribe al autor en el prólogo. Los reportajes, que él insiste en llamarlos crónicas, se presentan por orden cronológico de publicación: del 27 de julio de 1998, el primero, al 23 de julio de 2012 el último. Que sólo incluya uno entre 2002 y 2006 se explica por su dedicación casi exclusiva, en esos años, a Afganistán e Irak.
Unidos por la herencia colonial y por la necesidad de forjarse una nueva identidad nacional, Anderson describe un África muy distinto del que habló Ryszard Kapuscinski. Éste describió la dramática desaparición del colonialismo en un período de violencia, pero también de grandes esperanzas. Anderson presenta, según sus propias palabras, “un África en la que los revolucionarios armados de ayer se han convertido en los líderes canosos de hoy, vestidos con trajes entallados y con Mercedes Benz a su disposición”.
Fiel a un estilo muy personal, que ya hemos analizado en El Cultural con motivo de obras anteriores como La caída de Bagdad, Che Guevara o El dictador, los demonios y otras crónicas, Anderson, nacido en los Estados Unidos y formado en Asia, África y América Latina antes de iniciarse en el periodismo en un diario de Lima, es un explorador obsesionado por descubrir en cada país y en cada líder investigado el origen de la violencia y las claves del ejercicio del poder.
Sus raíces familiares multiculturales, vivencias tempranas en países muy distintos, la pasión por los viajes, un profundo interés en la historia y la suerte de ganarse la confianza del New Yorker en el especial que la revista publicó sobre Cuba en 1998 le han convertido, desde entonces, en uno de los mejores reporteros de guerra. Viaja a los lugares más conflictivos y permanece en ellos semanas o meses. Antes de cada aventura se empapa de la cultura, de la historia, de la política y de la economía de los lugares elegidos, decisión en la que, según nos confesaba en una visita a Madrid el 30 de septiembre, la revista le deja gran libertad. Con una fluidez extraordinaria, integra el perfil del líder en el perfil del país y el pasado en el presente.
El elemento que da fuerza y credibilidad a todos los relatos es el testimonio. Por encima de todo, Anderson es un reportero que llega adonde muy pocos consiguen llegar.
Explicación: