Ciencias Sociales, pregunta formulada por dazahernandezdan12, hace 16 horas

paradigma de la democracia​

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Contestado por mely123812
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La democracia ha sido estudiada de diferentes maneras, ya sea como proceso, método o sistema político. Desde la perspectiva procedimental, por ejemplo, a la democracia se le ha asociado con una forma específica para tomar decisiones, elegir representantes y hacer partícipe a los individuos en los asuntos colectivos. Aquí lo importante es el procedimiento, el método, la forma política o jurídica que adquiere para tomar decisiones y elaborar políticas públicas. Para la perspectiva consensual, la democracia implica incorporar a las minorías en las decisiones de gobierno y buscar consensos, acuerdos y pactos entre mayorías y minorías para así asegurar la gobernabilidad. Para la teoría de la modernización, la democracia tiene que ver con precondiciones necesarias para su construcción, como, por ejemplo, el desarrollo económico, cultural y educativo de los ciudadanos.

Sin embargo, un aspecto poco estudiado de las democracias modernas tiene que ver con la libertad de los ciudadanos para tomar decisiones y, sobre todo, poder cambiar, en su momento, su determinación, producto de su experiencia, la circunstancia o la coyuntura. Es decir, la democracia identificada con la "infidelidad" o "deslealtad" del ciudadano,(1) más allá de los fanatismos, los estereotipos y los dogmas. La infidelidad entendida como la libertad para cambiar de opinión, revalorar la política y poder reorientar la identidad ideológica y los apoyos dados a ciertos actores políticos.

En política, ser fiel implica que un individuo adopte una determinada posición o compromiso político o ideológico y se mantenga siempre en él, de manera consecuente. Por otra parte, ser infiel significa que el individuo tenga una determinada posición o actitud, pero que la pueda cambiar con el tiempo. Esto es: el infiel repiensa, vuelve a pensar libremente, revalora sin miedo y en libertad, para decidir si sigue en la misma posición o cambia.

El vocablo infiel es un tanto ambiguo, aunque siempre se le asocia con algo negativo.(2) Significa aquello carente de fidelidad, aquel que no profesa la misma fe religiosa o política.(3) Se usa como sinónimo de deslealtad, de falta de fe y de ingratitud. La palabra fiel, en contraste, que proviene del latín fidelis, es todo lo que guarda fidelidad o fe, que observa la fe debida a otro.(4)

En este ensayo la infidelidad es conceptualizada como una decisión del ciudadano en libertad para optar por caminos alternos al statu quo establecido, a los liderazgos tradicionales o la ideología dominante. Es una actitud de cuestionar los moldes existentes, y pensar en formas y caminos diferentes a los tomados por las mayorías.(5) La infidelidad implica también el derecho de ser y pensar distinto; tratar de persuadir a los demás, que comulgan en una cofradía de pensamiento, de que la mejor opción es el cambio y no la continuidad.

A la infidelidad muy comúnmente se le asocia maniqueístamente con la traición, la deslealtad, la ingratitud y la deserción, y muy pocas veces con una actitud positiva, deseable o una decisión que refleja la evolución y madurez cívica del individuo. Más bien, el infiel es el traidor, el ingrato, el renegado, el conspirador, el impío e insidioso. Sin embargo, en política, la infidelidad tiene una arista positiva y creadora, la cual debe ser tolerada y, de cierta manera, fomentada, ya que históricamente los grandes movimientos de los infieles, en el sentido como se ha conceptualizado, han revolucionado el mundo y lo han modernizado.(6)
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