Necesito 3 poemas ecuatorianos del siglo 20
Respuestas a la pregunta
Respuesta:Mi juguetona Musa,
aunque con torpe lira,
por esta vez pretende
consagrarte su voz, Magdalenita.
No examines si es dulce,
si es bella mi poesía,
atiende solamente
al afecto sincero que la dicta.
Pero en este momento
la memoria se aviva
de que estás tanto tiempo
del hermano que te ama, dividida.
Y este triste recuerdo
todo placer me quita,
y funestas ideas
sólo ofrece a mi triste fantasía.
Tinieblas me parece
la amable luz del día,
y me son hasta odiosas
las cosas que los otros ven y admiran.
Pero importa muy poco,
amable hermana mía,
que estemos separados,
estando nuestras almas tan unidas.
Ellas siempre atraviesan
la distancia infinita
que nos separa; se unen,
dulcemente conversan y se miran.
Se prestan mutuamente
las promesas más finas;
y un genio, un modo mismo
de pensar y de obrar, la unión confirma.
Alguna vez las dudas
perturban nuestra dicha,
pero a pocos instantes
como ligeras nubes se disipan.
¡Felices los que así aman!
Así Magdalenita
será con José, siempre
del amor fraternal imagen viva.
Mi corazón es tuyo,
Mis afectos, mi vida;
pero todo esto es menos
de lo que tu mereces todavía.
Mis tiernas expresiones
reparte en la familia,
adiós. Tu amante hermano.
¡Y amarle pude! Al sol de la existencia
se abría apenas soñadora el alma...
Perdió mi pobre corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
como música blanda y deliciosa;
subió a mi rostro el tinte de la rosa;
como la hoja en el árbol vacilé.
Su imagen en el sueño me acosaba
siempre halagüeña, siempre enamorada;
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador;
y era él quien lo arrancaba de mi pecho;
él, la fascinación de mis sentidos;
él, ideal de mis sueños más queridos;
él, mi primero, mi ferviente amor.
Sin él, para mí el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de abril.
Vivía de su vida apasionada;
era el centro de mi alma el amor suyo;
era mi aspiración, era mi orgullo...
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?
No es mío ya su amor, que a otra prefiere.
Sus caricias son frías como el hielo;
es mentira su fe, finge desvelo...
Mas no me engañará con su ficción...
¡Y amarle pude, delirante, loca!
¡No, mi altivez no sufre su maltrato!
Y si a olvidar no alcanzas al ingrato,
¡te arrancaré del pecho, corazón!Corred, lágrimas tristes,
que es dulce al alma mía
sentiros a raudales
del corazón manar;
corred, que los suspiros
que exhalo en todo el día
las ansias de mi pecho
no bastan a calmar.
Triste, férvido llanto,
tus gotas de amargura
mitigan celestiales
la sed del corazón;
y sólo tú suavizas
mi horrenda desventura,
y sólo tú consuelas
mi lúgubre aflicción.
Que cuando de la cima
de dulce venturanza
desciende el alma al golpe
del dardo del pesar,
si entonces con la dicha
perdemos la esperanza,
nos queda sólo el triste
consuelo de llorar.
Y así la flor marchita
revive del consuelo
con lágrimas regadas
por lóbrego dolor,
como al nocturno llanto
de tenebroso cielo
cobran las flores secas
su aroma y su color.
Corred, lágrimas mías,
consuelo a mis dolores;
en férvidos raudales
del corazón manad;
y así, de mis ensueños
revivan ¡ay! las flores
que ha marchitado el rayo
del sol de la verdad.
Explicación: