La idea principal y secundaria del cuento las habichuelas mágicas
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Es pero que te he ayudado
Explicación:
SOBRE LA MORALEJA DE «LAS HABICHUELAS MÁGICAS»
Sobre la moraleja de este cuento hay mucho que decir. Por un lado, debe quedar claro que todo cuento clásico tiene una moraleja, más o menos explícita; porque el objetivo de los cuentos era «enseñar»; tenían una función didáctica que se resumía en la moraleja final.
¿La moraleja de «Las habichuelas mágicas»? Veamos:
-Que Periquín es un niño bueno que confía en lo que le dice un desconocido y por ello es al final recompensado.
-Que Periquín es un niño bueno que ayuda a su madre.
-Que Periquín es valiente y se atreve a robar al gigante malvado.
Esas serían algunas de las posibilidades; otras, más actuales y que suponen un cambio de mentalidad en lectores de cuentos, podrían seR:
-Que Periquín es un poco tonto y cambia una vaca por unas simples habichuelas. Eso sí, «mágicas»-
-Que Periquín es un niño entrometido que va, ««de hoja en hoja, de flor en flor», a molestar y robar a un pobre gigante que vive tranquilo en las alturas.
-Que ni su madre ni él saben administrar su economía y gastan sin ton ni son.
Y otras interpretaciones que dejo a la imaginación de quien llegue al final de esta entrada.
LAS HABICHUELAS MÁGICAS
Periquín vivía con su madre, que era viuda, en una cabaña del bosque. Eran pobres y con el tiempo fue empeorando la situación familiar; así que la madre decidió mandar a Periquín a la ciudad, para que allí intentase vender la única vaca que poseían. El niño se puso en camino, llevando atado con una cuerda al animal. Entonces, se encontró con un hombre que llevaba un saquito de habichuelas.
-Son unas habichuelas maravillosas -le dijo aquel hombre-. Si te gustan, te las daré a cambio de la vaca.
Así lo hizo Periquín, y volvió muy contento a su casa. Pero la viuda se disgustó mucho al ver la necedad del muchacho; cogió las habichuelas y las arrojó a la calle. Después se puso a llorar porque se habían quedado sin nada.
Cuando se levantó Periquín al día siguiente, se sorprendió al ver que las habichuelas habían crecido tanto durante la noche, que las ramas se perdían de vista y llegaban hasta el cielo. Se puso Periquín a trepar por la planta, y sube que sube, «de hoja en hoja, de flor en flor», llegó a un país desconocido.
Entró en un castillo y vio a un malvado gigante que tenía una gallina que ponía un huevo de oro cada vez que él se lo mandaba. Periquín esperó a que el gigante se durmiera y cogió la gallina y escapó con ella. Llegó a las ramas de las habichuelas, y descolgándose, «de hoja en hoja, de flor en flor», tocó el suelo y entró en la pobre cabaña.
La madre se puso muy contenta. Y así fueron vendiendo los huevos de oro y pudieron vivir tranquilos mucho tiempo, hasta que ¡la gallina se murió! Periquín tuvo que trepar por la planta de las habichuelas otra vez, «de hoja en hoja, de flor en flor», hasta llegar al castillo del gigante. Se escondió tras una cortina y vio cómo el gigante contaba monedas de oro que sacaba de una bolsa de cuero.
Periquín esperó con paciencia y, en cuanto se durmió el gigante, salió y cogió la bolsa de monedas. Echó a correr hacia la gigantesca planta y, «de hoja en hoja, de flor en flor», bajó a su casa. Otra vez la viuda y su hijo tuvieron dinero para ir viviendo mucho tiempo.
Sin embargo, llegó un día en que la bolsa de cuero se quedó completamente vacía. Por tercera vez Periquín trepó por las ramas de la planta, «de hoja en hoja, de flor en flor», y fue escalando hasta llegar a la cima. Entonces vio al ogro guardar en un arcón una misteriosa cajita que, cada vez que se abría, dejaba caer una moneda de oro.
Cuando el gigante salió de la estancia, cogió el niño la cajita prodigiosa y se la guardó. Desde su escondite vio Periquín que el gigante se tumbaba en un sofá, y un arpa, ¡oh, maravilla! tocaba sola, sin que mano alguna pulsara sus cuerdas, una delicada música. El gigante, mientras escuchaba aquella melodía, se durmió.
Apenas lo vio así Periquín, cogió también el arpa y echó a correr. Pero el arpa estaba encantada y, al ser tomada por Periquín, empezó:
-¡Eh, señor amo, despierte usted, que me roban!
Se despertó sobresaltado el gigante y escuchó los gritos acusadores:
-¡Señor amo, que me roban!
Viendo lo que ocurría, el gigante salió en persecución de Periquín. Resonaban a espaldas del niño los pasos del gigante, cuando, ya cogido a las ramas, «de hoja en hoja, de flor en flor» empezaba a bajar. Iba muy rápido, pero, al mirar hacia arriba, vio que también el gigante descendía «de hoja en hoja, de flor en flor». No había tiempo que perder, y así que gritó Periquín a su madre, que estaba en casa preparando la comida:
-¡Mamá, trae el hacha en seguida, que me persigue el gigante!
Acudió la madre con el hacha y Periquín, de un certero golpe, cortó el tronco de la planta de las habichuelas. Al caer, el gigante se estrelló, pagando así sus fechorías, y desapareció.
Periquín y su madre vivieron felices con las monedas de oro que la cajita mágica
La idea principal de un texto es la que permite que se cree un contexto y se dé inicio a un argumento como a una conclusión posteriormente; en el caso de los cuentos suelen empezar con la idea principal y poco a poco a medida que se describe el tema en cuestión, se detallan las ideas secundarias que complementan a la idea principal.
El cuento de las habichuelas mágicas
El cuento de las habichuelas mágicas tiene como idea principal la pobreza de una mujer viuda y su hijo. A medida que la historia avanza se presenta la idea secundaria, la cual detalla el proceso que cumple el hijo de la viuda para salvarse de la pobreza y la ruina.
Ahora bien, la moraleja del cuento habla sobre la maldad que es castigada y el robo indiscriminado que cometió un niño por necesidad; se describen los antivalores que pueden originarse en las familias y la falta de administración económica, la cual tiene consecuencias como la pobreza y la ruina.
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