la casa de las muñecas de Katherine mansfiel interpretación del párrafo 1
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Resumen
Una amiga de la familia Burnell envía a las niñas una casa de muñecas de regalo. Las niñas, Isabel, Kezia y Lottie, no saben cómo reaccionar ante la maravilla que ahora les pertenece. La casita está recién pintada, sus paredes internas empapeladas; tiene dos pequeñas chimeneas, pisos alfombrados, ventanas. Todo es fabuloso, pero lo que más llama la atención de Kezia es una pequeña lámpara, de extremo realismo, con su globo blanco.
Las niñas ansían mostrar su maravillosa posesión a sus compañeras de escuela. La mayor, Isabel, toma el mando y decide quién irá primero a ver la casita. Los padres les han permitido invitar a dos niñas por día para ese fin.
La familia Burnell pertenece a una clase acomodada y los padres no están demasiado contentos con la idea de enviar a sus chicas a una escuela pública. Tanto ellos como otros padres de familias similares, de haber podido elegir, habrían enviado a sus niñas a un colegio más acorde a su clase, pero esa es la única escuela cercana. Esta insatisfacción no deja de reflejarse en el colegio, donde las niñas más pobres son destratadas no solo por los padres de las familias adineradas, sino también por las maestras y por sus propias compañeras.
De este modo, termina resultando que todas las niñas del colegio tienen permitido ir a ver la casa de muñecas excepto Lil y Else Kelvey, hijas de una empleada doméstica y cuyo padre está ausente de la escena familiar. Mientras Isabel se pasea por el patio rodeada de niñas que pelean por ser sus amigas a causa de la admiración que produce la fabulosa posesión, las niñas Kelvey se limitan a escuchar los rumores y a soñar en soledad con aquella maravilla que no tienen permitido ver. Isabel y sus amigas, en un recreo, se burlan de Lil Kelvey, asegurando que, cuando crezca, será una empleada doméstica como su madre. Otra niña le grita que su padre seguramente esté preso. Lil no contesta; se limita a mirarlas, avergonzada.
La pequeña Kezia Burnell, sin embargo, no comulga con este injusto tratamiento al que se condena a las Kelvey. De hecho, cuando todas las otras niñas ya han visto la casita, Kezia le pregunta a su madre si puede invitar a las Kelvey. La señora Burnell le contesta que no.
Un día, Kezia está columpiándose sola en su patio cuando ve a las niñas Kelvey caminando cerca de la casa. Las invita a entrar para que vean la casita. Las niñas se quedan trastabillando antes de aceptar, sabiendo que la familia Burnell no les permite a sus hijas siquiera hablar con ellas. Finalmente acceden, y por unos instantes Lil y Else Kelvey admiran el maravilloso juguete. Pero la diversión dura muy poco: aparece la tía de Kezia y les grita a las niñas que se vayan de la casa y no se atrevan a volver. Las niñas obedecen, muertas de vergüenza, y se escabullen rápidamente fuera de la propiedad.
Ya habiéndose alejado de la casa de los Burnell, las niñas Kelvey se sientan al costado de un camino a mirar el paisaje, en silencio. En un momento, la pequeña Else le sonríe a su hermana, se arrima a su oído y le dice: “he visto la lamparita” (p.535). Luego vuelve a callar