Identifica los motivos de protesta social por los que usted considera fueron escritos los dos ejemplos de ensayo latinoamericano.
Respuestas a la pregunta
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Se presenta un panorama de las distintas manifestaciones del ensayo
escrito en el ámbito latinoamericano de las últimas décadas del siglo XX, y se considera
que ha seguido un proceso por el que el género pasa de una etapa de normalización que
identificamos como “tierra firme” a una etapa de fuertes cambios y transformaciones
que nos llevan a hablar de “un género sin orillas”. Se propone una interpretación de
conjunto de sus principales tendencias, entre esos dos extremos que reconocemos
como forma de la moral y moral de la forma y entre esos dos quehaceres que, retomando
una distinción hecha por Ricardo Piglia, denominamos el pensar y el decir.
En efecto, muchos son los cambios que ha sufrido el ensayo latinoamericano en lo que va
de un siglo, a partir de ese momento de normalización del género que por mi parte he
propuesto llamar el “ensayo en tierra firme” con el objeto de caracterizar ese momento de
equilibrio, que es a la vez un momento clave para la consolidación del género en América
Latina, y que puede situarse en la primera mitad del siglo XX, muy particularmente en los
años cuarenta. Se trata de una gran época representada –entre muchas otras— por
figuras como Pedro Henríquez Ureña y Alfonso Reyes, animadores de la fundamental serie
“Tierra Firme”, organizada desde México por el Fondo de Cultura Económica y que permitió
reunir algunos de los nombres y obras más representativos del género en nuestro ámbito
cultural, en un momento en que además se estaban escribiendo los grandes ensayos de
interpretación latinoamericanos (Weinberg, L., 2006ª: 291-321). Es a la luz de ese proceso
de normalización como debe entenderse, por ejemplo, el vigor que tuvo la tan recordada
definición que nos brinda el propio Reyes del género como “ese centauro de los géneros”,
al que presagia larga vida en la producción literaria del continente (Reyes, 1959: 400-403).
El ensayo ha dado muestras de una creciente vitalidad e importancia como miembro
destacado de la familia de los géneros en América Latina. Ha dado muestras también de
una serie de sorprendentes transformaciones que responden a los desafíos de la hora, a las
nuevas demandas temáticas y formales, a las transformaciones en la familia de la prosa de
ideas, así como también en los nuevos fenómenos de autoría, lectura y edición que vive el
campo de las letras. De allí que me sienta inclinada a referirme a este nuevo momento que
vive el ensayo como el que corresponde a un “género sin orillas”, inspirada, claro está, en
las palabras de Juan José Saer en El río sin orillas: “(…) y tendemos a representárnoslo sin
forma precisa(…) Esa impresión viene de la experiencia directa, cuando estamos
contemplándolo, porque sus límites se confunden con la línea circular del horizonte(…)”
(Weinberg, L., 2006 b: 6-14).
La propia apertura y dinámica del ensayo, su flexibilidad y la permanente posibilidad que
establece de tender puentes entre la escritura del yo y la interpretación del mundo, entre
la situación concreta del autor y la inscripción de esa experiencia en un horizonte más
amplio de sentido, entre la filiación y la afiliación del escritor, han permitido que el género
responda a las cambiantes demandas de los tiempos y espacios sociales y confirme su
sorprendente dinámica así como su necesaria inclusión de la experiencia del lector y la
comunidad hermenéutica.