en qué siglo empezó el patrimonio
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Explicación:
Barcelona no tiene puerto natural. El único abrigo, si bien poco seguro, que hay estaba a la derecha de la montaña de Montjuïc y allí parece que llegaban las embarcaciones. La llegada de los romanos supuso el traslado de la zona de desembarco a la derecha de la montaña, hacia el norte, en una localización que debía encontrarse aproximadamente donde en la actualidad se levanta el Parlament de Cataluña. Los temporales fueron acumulando arena y en el siglo XV, la ciudad pide que se construya un dique y así se hace a la altura de un edifico que se levanta en el Pla del Palau y que a lo largo del tiempo ha sido aduana, destino para el que fue construido, Gobierno civil i últimamente Delegación de Gobierno. La actividad en esa nueva localización no duró demasiado porque pronto la interrumpiría la construcción de la nueva muralla y, en ella el Baluard del Migdia, no hace mucho descubierto y actualmente abandonado a su suerte y objeto de la incuria de quienes por allí transitan. El nuevo dique sirvió de barrera a las arenas que siguieron acumulándose y extendiendo el suelo barcelonés hasta el punto de que siglos después pudo surgir un nuevo barrio, el de la Barceloneta.
En el Pla de Palau se fueron reuniendo edificios e instituciones asociadas a las actividades del puerto como La Llotja y la Aduana. Igualmente se construyó el Palau del Governador, donde residía el Capitán General, elemento muy significativo del interés que sobre el puerto tenía la autoridad y el elemento militar en particular[1]. Dicho palacio desapareció en un incendio y con el tiempo fue sustituido por el edificio que existe en la actualidad.
En el siglo XVIII el nuevo rey Felipe V decidió desmantelar lo que hoy conocemos como “Barri de Ribera” y construir en el espacio libre una ciudadela militar para vigilar la ciudad. Fue la consecuencia de la derrota de Catalunya en la Guerra de Sucesión, cuando la Generalitat optó por favorecer los derechos sucesorios del Archiduque Carlos de Austria. La población desalojada pertenecía a los estratos más humildes de la sociedad y casi medio siglo después fueron realojados en un barrio nuevo que cumplía las condiciones de defensa que exigía la autoridad militar pero también convirtió ese espacio en una rareza porque observaba un trazado reticular y regular, a la par que incorporaba elementos de higiene y ventilación que mejoraban la calidad de vida de sus habitantes y que no se hallaban en el resto de la ciudad. Poco antes de la edificación del barrio, se construyó el muelle de pescadores, en 1723 que se remató en 1772 con la instalación del faro o Torre Llanterna. Barrio y muelle quedaron fuera de las murallas que seguían desde el Baluard del Migdia en línea recta en dirección a lo que actualmente, y entonces, son Las Ramblas.
Hasta más que mediado el siglo XIX ese sería el puerto de Barcelona con pocas variaciones. Entre las modificaciones paisajísticas que tuvieron lugar está la plaza de toros de “El Torín”, construida aproximadamente en el espacio que queda detrás de la actual Facultad de Náutica en 1832. Es un lugar emblemático de las revueltas ciudadanas. Allí empezaron los famosos “rebomboris” de 1835 que acabaron en la quema de buen número de edificios religiosos, anticipando lo que sería la Semana Trágica, y muchos otros menores en extensión e intensidad de los que ya queda poca memoria. La derribaron 1846. En 1856 se levantó la fuente todavía en pie del “Geni català” de Francesc Daniel Molina, en honor de José Bernardo de Quirós quien en 1824 tomó las disposiciones necesarias para canalizar el agua de Montcada y traerla a Barcelona. 1856 es el último año del Bienio Progresista. Son años que marcan un punto de inflexión importante en el desarrollo económico y urbanístico de la ciudad, se tirarán las murallas, sobre todo las más odiadas, la Ciudadela de Felipe V desaparecerá y solo se conservarán tres edificios del siglo XVIII. Se construirá un primer ensanche que modificará la trama urbana de la ciudad y se empezará a hablar de un diseño urbanístico más allá de las murallas que diera cabida y alojo al número de ciudadanos, cada vez mayor, y permitiera a Barcelona convertirse en una gran urbe europea, con los años se desarrolló el Plan Cerdá. La instalación de los “Porxos de Xifré” acabó de configurar el espacio tal como lo conocemos hoy en día.
Barcelona no tiene puerto natural. El único abrigo, si bien poco seguro, que hay estaba a la derecha de la montaña de Montjuïc y allí parece que llegaban las embarcaciones. La llegada de los romanos supuso el traslado de la zona de desembarco a la derecha de la montaña, hacia el norte, en una localización que debía encontrarse aproximadamente donde en la actualidad se levanta el Parlament de Cataluña. Los temporales fueron acumulando arena y en el siglo XV, la ciudad pide que se construya un dique y así se hace a la altura de un edifico que se levanta en el Pla del Palau y que a lo largo del tiempo ha sido aduana, destino para el que fue construido, Gobierno civil i últimamente Delegación de Gobierno. La actividad en esa nueva localización no duró demasiado porque pronto la interrumpiría la construcción de la nueva muralla y, en ella el Baluard del Migdia, no hace mucho descubierto y actualmente abandonado a su suerte y objeto de la incuria de quienes por allí transitan. El nuevo dique sirvió de barrera a las arenas que siguieron acumulándose y extendiendo el suelo barcelonés hasta el punto de que siglos después pudo surgir un nuevo barrio, el de la Barceloneta.
En el Pla de Palau se fueron reuniendo edificios e instituciones asociadas a las actividades del puerto como La Llotja y la Aduana. Igualmente se construyó el Palau del Governador, donde residía el Capitán General, elemento muy significativo del interés que sobre el puerto tenía la autoridad y el elemento militar en particular[1]. Dicho palacio desapareció en un incendio y con el tiempo fue sustituido por el edificio que existe en la actualidad.
En el siglo XVIII el nuevo rey Felipe V decidió desmantelar lo que hoy conocemos como “Barri de Ribera” y construir en el espacio libre una ciudadela militar para vigilar la ciudad. Fue la consecuencia de la derrota de Catalunya en la Guerra de Sucesión, cuando la Generalitat optó por favorecer los derechos sucesorios del Archiduque Carlos de Austria. La población desalojada pertenecía a los estratos más humildes de la sociedad y casi medio siglo después fueron realojados en un barrio nuevo que cumplía las condiciones de defensa que exigía la autoridad militar pero también convirtió ese espacio en una rareza porque observaba un trazado reticular y regular, a la par que incorporaba elementos de higiene y ventilación que mejoraban la calidad de vida de sus habitantes y que no se hallaban en el resto de la ciudad. Poco antes de la edificación del barrio, se construyó el muelle de pescadores, en 1723 que se remató en 1772 con la instalación del faro o Torre Llanterna. Barrio y muelle quedaron fuera de las murallas que seguían desde el Baluard del Migdia en línea recta en dirección a lo que actualmente, y entonces, son Las Ramblas.
Hasta más que mediado el siglo XIX ese sería el puerto de Barcelona con pocas variaciones. Entre las modificaciones paisajísticas que tuvieron lugar está la plaza de toros de “El Torín”, construida aproximadamente en el espacio que queda detrás de la actual Facultad de Náutica en 1832. Es un lugar emblemático de las revueltas ciudadanas. Allí empezaron los famosos “rebomboris” de 1835 que acabaron en la quema de buen número de edificios religiosos, anticipando lo que sería la Semana Trágica, y muchos otros menores en extensión e intensidad de los que ya queda poca memoria. La derribaron 1846. En 1856 se levantó la fuente todavía en pie del “Geni català” de Francesc Daniel Molina, en honor de José Bernardo de Quirós quien en 1824 tomó las disposiciones necesarias para canalizar el agua de Montcada y traerla a Barcelona. 1856 es el último año del Bienio Progresista. Son años que marcan un punto de inflexión importante en el desarrollo económico y urbanístico de la ciudad, se tirarán las murallas, sobre todo las más odiadas, la Ciudadela de Felipe V desaparecerá y solo se conservarán tres edificios del siglo XVIII. Se construirá un primer ensanche que modificará la trama urbana de la ciudad y se empezará a hablar de un diseño urbanístico más allá de las murallas que diera cabida y alojo al número de ciudadanos, cada vez mayor, y permitiera a Barcelona convertirse en una gran urbe europea, con los años se desarrolló el Plan Cerdá. La instalación de los “Porxos de Xifré” acabó de configurar el espacio tal como lo conocemos hoy en día.