elabora un artículo de opinión que anlize las disposiciones que el estado peruano asumió para afrontar los problemas de salud publica durante la peste bubónica a fines del siglo XIX
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Luego de más de tres meses desde que el Gobierno decretó el estado de emergencia y la cuarentena obligatoria, el saldo negativo que genera la pandemia del coronavirus en el bienestar de la población peruana —en términos de contagiados, fallecidos, pérdidas de empleo y familias en pobreza— es terrible. Tan solo en el aspecto económico, el Banco Mundial y el Banco Central de Reserva proyectan una caída de alrededor de 12% en el PBI de este año, aunque otras entidades estiman que la contracción sería de más del 16% este 2020[1]. No hay duda de que estamos atravesando una de las peores crisis en nuestro país: de cumplirse las proyecciones sería la peor caída en 100 años. Sin embargo, ¿es la primera vez que nos pasa algo de esta naturaleza? Si no es así, ¿hicimos lo suficiente para hacer frente a las crisis pasadas? Finalmente, ¿aprendimos algo?
A pesar de que el COVID-19 está causando una crisis sin precedentes en nuestro país, no es la primera vez que el Perú enfrenta una emergencia sanitaria con repercusiones sobre la economía. A lo largo del Siglo XX epidemias como las de la peste bubónica, la fiebre amarilla y el cólera han estado asociadas con caídas importantes en el bienestar económico de la población peruana. Por ejemplo, entre 1906 y 1915, años en los que la peste bubónica cobró su mayor número de víctimas —alrededor de 8 mil fallecidos, equivalente al 1% de la población urbana de 1915[2]—, el PBI per cápita en términos reales pasó de crecer más del 5% a caer a niveles de 0.2% hacia el final de aquella epidemia.
Para el periodo en el que la fiebre amarilla (1919-1922) se hizo presente, el PBI per cápita tuvo un crecimiento promedio muy cercano al 0%, lo que significó un retroceso de entre 2 y 3 pp con respecto a la tendencia desde inicios de siglo. El caso del cólera en 1991, en cambio, es un poco distinto ya que, aunque ese año el ingreso promedio no registró avance (0%), esto de todas formas marcó una mejora tras caídas de 14.1% y 3.7% en 1989 y 1990, respectivamente (ver Gráfico 01).
La coincidencia histórica de estas tres epidemias con periodos de convulsión política y económica, sumada a la ausencia de cuentas nacionales completas antes de 1950 (para los dos primeros casos), hace difícil identificar el impacto directo de las mismas. La peste bubónica tuvo lugar hacia el final del periodo de reconstrucción nacional que siguió a La Guerra del Pacífico, mientras que la fiebre amarilla golpeó durante la primera parte del Oncenio de Leguía (que se originó mediante golpe de estado en 1919). En el caso del cólera (1991), este azotó al Perú casi inmediatamente después de haber atravesado “la década pérdida” y la crisis hiperinflacionaria del primer gobierno del presidente García (1985-1990).
Que las epidemias en el Perú se presentaran por lo general en épocas tumultuosas en materia económica, política y/o social no debería sorprender: Dichas condiciones han sido la norma antes que la excepción de nuestra vida republicana. No obstante, lo que cabe destacar aquí, más que impactos directos, es que nuestras crisis periódicas no hicieron más que profundizar los efectos negativos de las epidemias en las ya precarias condiciones de vida de las familias peruanas. En contraste, esta vez, el COVID-19 nos golpea en un momento en el que contamos con una importante fortaleza fiscal heredada de las últimas gestiones, de lejos la mayor de nuestra historia. Incluso si el contexto inmediatamente anterior al de la epidemia era uno de lento crecimiento económico (el PBI avanzó sólo 2.2% en 2019), el Perú enfrenta la actual emergencia con mayores recursos que en episodios anteriores.
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