el niño que domo el viento reconocer a través de la investigación a fondo las extensiones transmedia
Respuestas a la pregunta
La historia real
La película se basa en la historia verídica de William Kamkwamba. Él se hizo conocido mundialmente por su invención y se formó ingeniero en la Universidad de Dartmouth. Ante la falta de víveres en su pueblo, William Kamkwamba, inspirado en un libro de ciencia ficción, inventó un sistema de captación de energía eólica, lo que posibilitó bombear agua para el cultivo de alimentos en la sequía.
En 2001, William Kamkwamba logró salvar a su pueblo de la hambruna. Lo hizo construyendo un molino de viento capaz de generar energía eólica, sirviéndose de una simple bicicleta, de las partes oxidadas de un viejo tractor y de los manuales básicos de ingeniería que encontró en la biblioteca de su escuela en Malawi, de la que sería expulsado cuando su familia de agricultores dejó de poder pagarla.
William creó el aerogenerador empleando árboles de goma azul, piezas de bicicleta y materiales recolectados en un desguace local. Ciertamente, el joven ya tenía experiencia en electrónica porque, en un intento por ganarse la vida, montó un pequeño negocio en su aldea reparando radios. No ganaba mucho dinero con esta iniciativa, era muy joven, pero la experiencia le vino como anillo al dedo cuando decidió ponerse manos a la obra por extrema necesidad: crear el aerogenerador.
En 2007, después de darse a conocer a través de una conferencia TED, logró volver a estudiar y se graduó en Dartmouth, una de las universidades de la exclusiva Ivy League. Kamkwamba decidió recoger esta increíble historia en un libro autobiógrafico, El niño que domó el viento(Ediciones B), fábula edificante que apuntaba a nuevas perspectivas de desarrollo para el continente africano.
La sequía y la hambruna, trasfondo de la historia real y del film
El gobierno intentó ocultar la crisis alimentaria que azotó el país y que condujo la rutina hacia un laberinto sin salida. Con las grandes compañías madereras asolando los bosques, la tierra se quedaba sin barreras naturales para evitar las inundaciones en la temporada de lluvias. Con los campos empantanados y la cosecha perdida, los ciudadanos dejaron de tener un sustento vital y económico, el mercado local se vació y el comercio desapareció. Llegó el pillaje. Las matrículas escolares se dejaron de pagar, los estudiantes abandonaron las aulas para ayudar a sus padres a labrar una tierra yerma y los profesores dejaron de serlo. Ante el círculo vicioso se impuso el ingenio. No había nada que perder. “No estoy soñando, papá”, dice William para ganarse finalmente la confianza de su padre.
La película está dividida en capítulos o estaciones (Siembra, Cosecha, Hambre) y sigue precisamente a esa familia africana en la que el pequeño William Kamkwamba (el debutante Maxwell Simba) sufre, con los suyos, la terrible sequía que azotó a su aldea rural. Se ha perdido toda la cosecha, el gobierno no ayuda -es muy gráfica la escena en la que el presidente del país llega en busca de votos, y cuando el jefe de la aldea cuestiona que no los ayudan, lo sacan del micrófono y lo muelen a golpes- y no sólo esta familia, sino que todas están sin nada que comer ni que vender para subsistir.
La catástrofe natural lleva a que muchos aldeanos roben los granos a otros, o decidan vender sus tierras y se desmonte la zona, con la tala de árboles que lleva a que, si llueve, se inunde la zona.
La perspicacia del joven hizo que el viento trajera agua a Wimbe, su población natal, en la región central de Malawi. Con materiales reciclados, el cuadro de la bicicleta de su padre y unos tubos de plásticos, el molino generó la suficiente energía para bombear agua del pozo local.