Castellano, pregunta formulada por li8liluAbeelup7, hace 1 año

ejemplos de cuentos fantasticos cortos, por favor.

Respuestas a la pregunta

Contestado por Sthefania721
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La Juguetería

En la calle Prada, cerca de la heladería más visitada por los turistas, se encuentra la Juguetería Believe; dentro podemos encontrar todo tipo de juguetes, desde el clásico oso de felpa hasta la maravillosa muñeca de temporada, pasando por vaqueros, payasos, cascanueces, peonzas y demás. Cada noche, cuando el dueño cierras la ultima puerta y se prepara para ir a casa, los juguetes que ahí habitan cobran vida… o dejan de aparentar ser inertes.

Claro que no todos los juguetes tienen vida, solo los que la gente rechaza y es que, al ser victima de un hechizo, la juguetería solo les da vida a los juguetes que llevan más de una temporada ahí… podemos pensar que es un castigo, pero los juguetes realmente se la pasan muy bien, cuando consiguen olvidar que están ahí por el rechazo de los niños humanos, que cada día prestan más atención a los aparatos tecnológicos que a los juguetes tradicionales; de cualquier manera, algunos juguetes llevan ya una larga temporada varados en aquella tienda, como ejemplo está Beary, un precioso oso de felpa con la cara más tierna del mundo, quien es el que más tiempo ha estado en la tienda, siempre esperando, todos los días pone su cara más tierna y espera que algún día un niño o niña deje de ver su móvil o aparato y lo observen a el, quien está dispuesto a ser fiel y dar amor a quien se pronuncie su amo.

Esta juguetería es especial, sin duda alguna, pero no es bueno no ser observado. Si algún día te topas con ella, te recomiendo que dejes de jugar en el móvil o consola portátil y pongas atención en todos los juguetes, en todos los detalles que tienen,  trata de identificar la mirada de anhelo que te presentan, procurando proyectar la futura alegría que estos te podrían dar, si tan solo pones atención y vives tu infancia como debe ser.


El Prado de las Almas Infantes

Virginia era una princesa a la que se le había educado sin un ápice de amor. Sus padres, los reyes, nunca la abrazaban ni besaban, todos los días  se dedicaban a infundirle los valores del reino y a enseñarle a gobernar y tomar decisiones con cordura, sabiduría y mente fría. Cuando sus padres murieron, Virginia tomo el control del reino y lo gobernó justamente como sus padres le indicaron, pero había un problema: Virginia no conocía del amor.

Cierto día, salió a cabalgar fuera de su reino, una fuerza positiva la animaba a ir más y más lejos hasta que el caballo se detuvo en un prado lleno de piedras blancas. Virginia se sentó en una de ellas y comenzó a reflexionar sobre varios aspectos de su reino, cuando posó sus manos sobre la piedra sintió unas pequeñas bifurcaciones en ella, se levantó rápidamente y leyó la inscripción de la piedra: <<Laura Beleazar: 4 años, 7 días y 16 horas>>. No era una piedra, ¡Era una lápida!.  Virginia se fijo en las que tenia cerca de ella <<Miguel Sobriéz: 6 años 9 días y 4 horas>> , <<Estefanía Nerón: 8 años, 30 días y 3 horas.>> .

Virginia quedó empapada de un sobrecogimiento profundo al darse cuenta que estaba rodeada de tumbas de niños y se soltó a llorar, no podía creer que ese reino tuviera tal cantidad de niños muertos. El vigilante del prado pasó por ahí y al verla le preguntó sobre el motivo de su llanto tan amargo. No pudo reprimir una sonrisa y le dijo:

–       Mi querida dama, no llore usted por estas almas, en realidad no son niños – al ver la cara de confusión de Virginia continuó – Cuando alguien cumple los 18 años, nuestro rey nos da una libreta en la escribimos todos los momentos en el que sentimos amor verdadero, como un primer beso o el nacimiento de un hijo  y al lado derecho apuntamos el tiempo que duró esa sensación. Cuando la persona muere, sumamos el tiempo reportado en su libreta y lo ponemos en su lápida. Es por eso que las lapidas tienen esos números, porque en nuestro reino se cree que los momentos de amor son en los que el alma vive de verdad.

Virginia salió del prado con una sonrisa triste; Sabía que en ese reino  su alma todavía no había nacido.



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