de muchacho de pueblo, yo también me planteaba durante mi adolescencia esas
preguntas fundamentales sobre la vida y la muerte, sobre el dolor y el sufrimiento,
sobre la felicidad y la eternidad. En aquellas ocasiones no podía encontrar la
solución al enigma de la vida ni en mí mismo, ni en mis padres que me la habían
transmitido, ni en los hombres y mujeres que como yo estaban destinados a pasar,
ni en las cosas bellas de este mundo que también aparecían transitorias y
caducas. Sólo veía con nitidez una solución posible y radiante al problema de la
vida, que me llenaba el corazón de un gozo inexplicable. En el origen de mi vida
encontraba la presencia de un amor sobreabundante y poderoso, un amor capaz
de crearme de la nada y de llamarme a la existencia; del amor único e
incomparable de Dios, mi Creador. Y al final de mi vida veía también el rostro del
Padre que me acogía con los brazos abiertos después del peregrinar terreno. Y si
Dios era el sentido de mi vida, el único modo seguro de construirla era vivirla junto
a Él, de cara a Él, en su presencia y en su amor. Él habría de ser mi gran ideal.
Por Él la vida merecía la pena ser vivida. Él daba sentido al sufrimiento, al dolor, a
los sinsabores, a las incomprensiones, a las tinieblas, a la soledad, a la amargura.
Él sería el gran tesoro por el que merecía la pena venderlo todo con tal de cumplir
su voluntad. Yo sé por la fe que mi sencillo razonamiento de adolescente estaba
sostenido por la acción del Espíritu Santo. Desde entonces, decidí apegarme a
Dios como el tesoro de mayor valía, aferrarme a Él como base y fundamento de
todo otro valor y dedicar mi vida a compartir con los demás esta verdad que
llenaba de gozo mi alma
3 identificar las palabras claves de cada parrafo
4 extrae tres frases completas que te llama la atención
5 Escribe un texto de diez líneas donde expliques el pensamiento que creaste
me ayudan gracias
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espera ahora lo hago.
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