cuentos inventados cortos que no se han escuchado
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Respuesta:
El deseo del pajarito azul
Cuento inventado El deseo del pajarito azul
Érase una vez un hermoso pajarito azul que vivía en un árbol que crecía altivo en la cima de una montaña. Desde ese privilegiado lugar se veía el mar y se podía escuchar el sonido de las olas batiendo contra las rocas, disfrutar de la penetrante brisa marina, y contemplar cada noche un enorme sol naranja sumergiéndose en las aguas hasta la llegada del nuevo amanecer.
El pajarito seguía sin apartar los ojillos encharcados en lágrimas del infinito mar azul. Por fin, fue capaz de soltar todo lo que llevaba dentro.
– ¿Ves lo increíble que es el océano? ¿Y ves lo cerquita que está?… Desde que nací mi gran ilusión es aprender a nadar.
– ¿Ah, sí?… ¿Y por qué?
– Para saltar las olas, para comprobar si el agua es tan salada como cuentan, para flotar boca arriba como un tronco a la deriva… ¡y para explorar el fondo en busca de corales!
La gaviota sintió mucha lástima por él y se mantuvo en silencio durante unos segundos. ¡No pedía poca cosa el muchachito! Finalmente, decidió opinar.
– Aunque no me creas, te aseguro que puedo entender tu frustración: eres un pájaro que quiere nadar y no puede nadar… ¿No es así?
– Sí, y por eso yo…
– Escúchame bien lo que te voy a decir: todos los seres del mundo, del más pequeño al más grande, tenemos un montón de virtudes, pero también algunas limitaciones que debemos aceptar con naturalidad. ¿Es que nunca te has parado a pensar sobre ese tema?
El pajarito azul se sintió bastante apurado.
– La verdad es que no mucho.
El pajarito azul se relajó un poco, fascinado por la explicación de la sabia gaviota.
– ¿Y qué me dices de nosotros los animales? ¡Todos tenemos capacidades diferentes! Los peces saben mejor que nadie cómo es el mar, pero nunca conocerán el placer de saborear un arándano. Los topos pueden excavar los más largos túneles, pero están condenados a vivir en la oscuridad cubiertos de polvo. ¡Por no hablar de los elefantes, siempre arrastrando toneladas de peso allá donde van!… En cambio tú puedes comer fruta fresca, disfrutar del aroma de las flores, bailar sobre la brisa porque eres ligero como un pedacito de algodón…
El pajarito empezaba a comprender lo que su nueva amiga quería transmitirle.
– No es mala idea… ¡Quizá pueda perfeccionar mi técnica vocal para llegar a ser un gran tenor!
– ¡Bravo, amigo, esa es la actitud! De todas maneras, hay una cosilla más que debes aprender hoy.
El pajarito azul la miró intrigado.
– ¿El qué, amiga gaviota? ¿A qué te refieres?
–Has entendido que debes aceptar tus limitaciones ¿verdad?
– Sí, gracias a ti, ahora lo sé.
– Y ves claro que nunca podrás bañarte en el océano ¿no es cierto?
– ¡Con una claridad meridiana!
– Muy bien, veo que eres un chico listo, pero…
– ¡¿Pero qué?!…
– Pues que yo me refería a que no podrás hacerlo tú solito.
– ¿Cómo?… ¿Qué insinúas?…
– ¡¿Para qué están los amigos?! ¡Venga, súbete a mi lomo que nos vamos de aventura!
¡El pajarito azul se volvió loco de contento! Sin pensarlo saltó sobre la gaviota y se agarró lo más fuerte que pudo a las plumas de su nuca. Casi no le dio tiempo ni a tragar saliva antes de escuchar el aviso de salida:
– ¡Tres!… ¡Dos!… ¡Uno!… ¡Despegue!
Cuando su amiga cogió velocidad y empezó a volar montaña abajo como si fuera un torpedo, el pajarito azul empezó a gritar entusiasmado:
– Lo haré, amiga, lo haré.
– En fin, debo irme. Si algún día te apetece bajar hasta el mar y pasar un buen rato, silba fuerte y vendré pitando ¿de acuerdo, pajarillo marinero?
– ¡Eso está hecho!
Sin decir nada más, la gaviota le guiñó un ojo y emprendió el vuelo. Mientras se alejaba, el pajarito azul notó cómo una lágrima de felicidad resbalaba por su mejilla. Se la secó con su alita, suspiró profundamente, y abandonó el nido. ¡La escuela de música le estaba esperando!
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