contexto politico del posmodernismo
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Respuesta:
La política lleva tiempo atravesando una grave crisis. Una crisis que se manifiesta en dos sentidos. Por un lado, comienza a asentarse entre la opinión de algunos analistas e intelectuales la convicción de que, lo que en los últimos tiempos ha venido llamándose “la clase política”, comienza a dar síntomas inequívocos de sufrir una grave desorientación, descompromiso social y, lo que probablemente sea más preocupante, una creciente falta de capacidad analítico-crítica y reflexiva. Y no es que a los políticos les “falte oficio”, como podría decir simple y llanamente la expresión popular, pues es precisamente esto lo que ha degenerado la actividad política hasta los niveles que hoy mismo comprobamos. Convertir la política en una profesión más, en un oficio, en una diligencia más bien rutinaria y burocrática que cualquiera podría desempeñar ha terminado con el debate de ideas, con la verdadera política.
Cualquiera medianamente crítico, ha de convenir que hoy la política es un espectáculo más, alentado y agrandado por los medios de comunicación. Este binomio, políticos-mass media, ha derivado en una espiral de la que va a ser difícil salir, pues los unos necesitan de los otros indistintamente. Esta es la explicación.
El ambiente posmoderno, como ya adelantamos, se caracteriza en buena medida por una indiferencia social de la masa popular. El proceso de personalización ha provocado un acusado individualismo en los ciudadanos, un “narcisismo psicológico” y nuevas formas de egoísmo que no favorecen en nada a la participación de los individuos en la tarea y preocupación que atañen a la res publica. El ciudadano posmoderno muestra una “sensibilidad epidérmica” hacia lo social, pasajera y fluctuante. Así pues, la idea política no recala en la masa, porque a ésta realmente no le interesa. Ciertamente, esto es un problema para la clase política, sobre todo en los periodos previos a cualquier cita electoral. La solución: siendo conscientes de que la masa posmoderna solamente responde con avidez al “espectáculo”, los políticos utilizan a los medios de comunicación de masas para, espectacularizando la política, reclamar la atención del electorado. Consecuencia primera, ya comentada: la política se banaliza, adultera su verdadera naturaleza. Consecuencia segunda: la ciudadanía se acomoda a este modelo, pues se amolda a sus “necesidades”. Dejamos a Lipovetsky señalar, magistralmente, la tercera consecuencia: “las elecciones siguen interesando a los ciudadanos pero de la misma manera (o incluso menos) que las apuestas, el parte meteorológico o los resultados deportivos” .
Analizando el binomio antes planteado, pero en sentido opuesto, podemos destacar una patente realidad. Los mass media han sido los primeros en percatarse o apuntarse a la vida-espectáculo posmoderna. La información y el entretenimiento se han espectacularizado ostensiblemente, llegando incluso a fusionarse, dando lugar al “infotainment”, elaborándose noticiarios soft o light, ajenos al más mínimo análisis reflexivo o interpretativo, o incluso satirizándose a ellos mismos. La política, como no podía ser de otra manera, forma parte de este planteamiento mediático, focalizándose la atención en lo accesorio, en lo fútil o, en lo que es eminentemente divertido.
Si medios y políticos no apuestan por la política, sino por el espectáculo político, ¿van a ser los ciudadanos, la masa aletargada, sus átomos individualizados y hedonistas, los que aboguen por ella? Se antoja casi imposible. Llegado este punto, quizás algunos datos pudieran ilustrar mejor esta realidad. Una de los estudios más recientes sobre la relación existente entre ciudadanía y política, elaborado por la Fundación Santa María, arroja los siguientes resultados: