compare la tecnología agraria implementada en los países desarrollados con los países sub desarrollados, quien tuvo mejores resultados.
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La innovación agrícola y la tecnología son la clave para reducir la pobreza en los países en desarrollo, según un informe del Banco Mundial
CIUDAD DE WASHINGTON, 16 de septiembre de 2019. De acuerdo con un nuevo informe del Banco Mundial dado a conocer hoy, los países en desarrollo deben aumentar de forma drástica la innovación agrícola y el uso de la tecnología por parte de los agricultores para eliminar la pobreza, satisfacer la creciente demanda de alimentos y hacer frente a los efectos adversos del cambio climático.
El relativo estancamiento de la productividad agrícola de las últimas décadas, particularmente en Asia meridional y África donde vive la gran mayoría de las personas pobres, pone de manifiesto la necesidad de aplicar nuevas ideas para mejorar los medios de subsistencia rurales. Según el informe Harvesting Prosperity: Technology and Productivity Growth in Agriculture (Cómo cosechar prosperidad: Mayor tecnología y productividad en la agricultura), la renovación de las inversiones para potenciar la adquisición de nuevos conocimientos y garantizar su adopción puede contribuir a materializar las enormes mejoras potenciales de la productividad agrícola y, por ende, de los ingresos.
En el documento se señala que casi de 80 % de las personas extremadamente pobres vive en zonas rurales y que la mayoría de ellas depende de la agricultura para su subsistencia. Por lo tanto, los esfuerzos de reducción de la pobreza deben centrarse en el aumento de la productividad agrícola, que tiene un impacto mayor que el de cualquier otro sector, aproximadamente el doble que el de las manufacturas.
“Aumentar la productividad en el sector agrícola puede generar más y mejores empleos, y permitir que más personas se trasladen del campo a las ciudades en busca de nuevas oportunidades. Para ello se necesita llevar a cabo una reforma integral de los sistemas nacionales de innovación agrícola, mejorar la eficacia del gasto público y promover cadenas de valor agrícolas inclusivas con una mayor participación del sector privado”, afirmó Ceyla Pazarbasioglu, vicepresidenta de Crecimiento Equitativo, Finanzas e Instituciones del Grupo Banco Mundial. “Las nuevas tecnologías están mejorando el acceso a la información, las finanzas y los seguros, y los respectivos costos, en todos los sectores, incluido el agrícola. Esto puede ayudar a aumentar la productividad de los agricultores poco calificados, pero es indispensable contar con los incentivos y la capacidad adecuados para desarrollar estas tecnologías y aplicarlas en mayor escala”, agregó.
En el informe se examinan los factores que impulsan y limitan la productividad agrícola y se ofrecen recomendaciones normativas pragmáticas. Se señala que, si bien en Asia oriental el rendimiento de los cultivos se ha multiplicado por seis —lo que contribuyó a una reducción abrupta de la pobreza en China y otros países de la región—, en África al sur del Sahara y partes de Asia meridional solo se ha duplicado, por lo que los efectos de reducción de la pobreza no han sido los esperados.
Asimismo, el cambio climático y el deterioro que están sufriendo los recursos naturales impactarán duramente en la agricultura y afectarán a los pobres y vulnerables, precisamente en África y Asia meridional.
El principal factor para impulsar la productividad agrícola y elevar los ingresos es la adopción de tecnologías y prácticas innovadoras por parte de los agricultores. Esto les permitirá aumentar los rendimientos, gestionar los insumos con mayor eficiencia, introducir nuevos cultivos y sistemas de producción, mejorar la calidad de sus productos, conservar los recursos naturales y adaptarse a los desafíos climáticos.
Sin embargo, el mundo se enfrenta a un déficit cada vez más amplio de gasto en investigación y desarrollo, a pesar de que el financiamiento que los Gobiernos destinan a la agricultura es el más elevado de la historia. En 2011, la inversión en investigación y desarrollo agrícola equivalía al 3,25 % del producto interno bruto (PIB) agrícola en los países desarrollados y al 0,52 % en los países en desarrollo. Dentro del último grupo, Brasil y China invirtieron montos relativamente elevados en dicho segmento, mientras que África y Asia meridional registraron el gasto más bajo en relación con el PIB agrícola. De hecho, en la mitad de los países africanos, el gasto en investigación y desarrollo va en descenso.
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