Como va nacer la industria algodonera británica?
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Respuestas a la pregunta
Respuesta:
Esta sucesión increíble de innovaciones en el transcurso de treinta años (mucho más numerosas e importantes que las que se habían registrado en »’cualquier sector de la industria textil en los trescientos años anteriores) no podría explicarse si no hubiese habido una, considerable expansión en la producción, única circunstancia que podía justificar tantas y tan costosas inversiones en renovación de utillaje.
En efecto, de 1780 a comienzos de siglo XIX las exportaciones británicas de tejidos de algodón se multiplicaron por diez. Paralelamente, los aumentos de productividad permitían reducir hasta la sexta parte los precios de algunos productos. Transformaciones semejantes en el breve plazo de dos o tres décadas no se habían producido nunca con anterioridad. No cabe duda de que nos hallamos ante un fenómeno tan nuevo y de tanta magnitud que no es exagerado calificarlo de revolucionario; como ha señalado Hobsbawm, este salto hacia delante que dio nacimiento al desarrollo económico moderno es uno de los hitos fundamentales de la historia de la humanidad.
En el plano del comercio internacional, la transformación de la industria algodonera británica hizo posible que los comerciantes ingleses dominaran el mercado mundial en una forma y a una escala que no se habían dado jamás. Inicialmente, estos tejidos de algodón se destinaban a un comercio triangular: eran llevados a África a cambio de esclavos; estos esclavos se transportaban a las plantaciones norteamericanas para venderlos y adquirir algodón en rama, que conducía entonces a la metrópoli.
A la metrópoli se llevaban además los beneficios, porque el fabuloso aumento de la productividad permitió mantener los precios del mercado internacional, e incluso bajarlos considerablemente, y realizar enormes beneficios, que nos ayudan a entender el entusiasmo por efectuar inversiones industriales. Este entusiasmo se explica también por el hecho de que la capacidad de expansión del mercado ultramarino parecía infinita: la India fue sistemáticamente desindustrializada a comienzos del siglo XIX y se convirtió, paradójicamente, en uno de ios mayores importadores de tejidos de algodón británicos; la América española, una vez emancipada, cayó también bajo el dominio del comercio inglés.
Explicación:
A partir del siglo XVII se observa un desplazamiento del foco de la actividad económica, desde las viejas potencias que fueron España y Portugal, hacia el noreste. Holanda, con centro en su más resonante puerto en Ámsterdam, recibió, como herencia portuguesa, importantes agencias en la India, y luego en las islas de Molucas y Sonda. De esta forma pudo controlar el monopolio comercial de las tan preciadas especias, fundamentalmente, la pimienta. Sus puertos eran los depósitos a donde todos los comerciantes del mundo acudían para proveerse de productos orientales. Además no solo manejó el comercio con Oriente, sino que mantuvo la supremacía comercial en el mar Báltico a pesar del intento de Inglaterra por arrebatarle tal posición. El hecho de que los holandeses consiguieran acaparar una parte tan importante del comercio mundial y hayan desarrollado una estructura financiera y comercial de tan considerables dimensiones, hizo más fácil la tarea para sus rivales y sucesores. Es así que podemos hablar no solo de rivalidad, sino también de simbiosis anglo-holandesa.
Según la opinión de Hobsbawm, la tendencia al monopolio introducida en el comercio por los holandeses puede también haber sido importante en otro aspecto. Podría dudarse de que antes del siglo XIX el mercado mundial podría haber sido lo bastante extenso como para permitir la industrialización simultánea de dos o más países en escala moderna (sabemos, en efecto, que la industrialización británica coincidió con la captación, por parte de Gran Bretaña, de virtualmente todos los mercados mundiales para todos los productos manufacturados, y el control de la mayoría de las zonas coloniales del mundo). La concentración holandesa resulta entonces extremadamente importante, aunque no se debe exagerar la "modernidad" de los holandeses.[1]