¿Cómo puede usted aportar a la globalización de la indiferencia desde su cotidianidad?
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Aunque la asimetría y la dependencia siguen condicionando su desarrollo, América Latina ha implementado una serie de estrategias para enfrentar los retos de la globalización: la negociación de Tratados de Libre Comercio, la diversificación de los mercados para sus exportaciones, los estímulos a los productos no tradicionales y las iniciativas regionales o subregionales de construcción de mercados comunes. Aun aquellos gobiernos que rechazan los efectos de la globalización no tienen más remedio que mantenerse dentro de ella, aunque enfatizando el rol del Estado. En suma, las estrategias para insertarse en el mundo no suponen una novedad absoluta, sino más bien un intento de acomodarse mediante iniciativas pragmáticas y realistas que permitan lograr sus objetivos nacionales a través del aprovechamiento de los espacios que hoy ofrece la globalización.
Estrategias para enfrentar los retos de la globalización
Introducción
Si definimos la globalización como un proceso de acercamiento físico entre los países y los pueblos del mundo en términos de comunicación, comercio y cultura, es bastante obvio que su dinámica internacional resulta inevitable. Todos tenemos que responder a ella, tanto individual como institucionalmente. La globalización tiene varias causas, entre las cuales quizás la más importante sea la «revolución» comunicacional de los últimos 20 o 30 años: el transporte, las telecomunicaciones y la expansión de internet.
No hay forma de que América Latina escape a este proceso global, aun si quisiera hacerlo. En otras palabras, el rechazo a la globalización no es una opción en el mundo actual. Para los países latinoamericanos, entonces, el reto es cómo y de qué forma aprovechar sus elementos positivos y reducir los efectos negativos. Parte del problema radica en que los elementos principales de la globalización, incluida la tecnología que ha generado su extraordinaria aceleración, no se han originado en el Sur sino en el Norte, y tanto los pueblos del Sur como sus gobiernos se encuentran sometidos a sus efectos sin capacidad para controlarlos. Esta percepción alimenta la reacción contra la globalización que hemos visto en los países de América Latina en los últimos años.
También hay que tomar en cuenta el contexto político y económico latinoamericano, que ha cambiado en forma dramática respecto de los 60 y 70. Uno de los resultados de estos cambios es una mayor capacidad de respuesta de parte de los gobiernos de la región hacia los retos del mundo globalizado. Desde el punto de vista político, la democracia se ha generalizado en casi todos los países. Y, a pesar de sus múltiples dificultades, se ha mantenido y ha logrado rutinizarse electoralmente, con partidos de oposición capaces de ganar elecciones y asumir el poder por esta vía. Una de las implicancias de la transición del autoritarismo a la democracia es que las inquietudes y los rechazos a la globalización pueden expresarse electoralmente y producir gobiernos que defienden programas y estrategias que buscan responder a los efectos que ella produce en el ámbito nacional.
En cuanto a la economía, casi todos los gobiernos democráticos han implementado un modelo liberal que incluye la reducción de las barreras aduaneras, la privatización de las empresas estatales, el impulso a la inversión, tanto extranjera como nacional, y la formación o expansión de las bolsas para fortalecer los mercados financieros. Estos cambios contribuyeron a la recuperación del crecimiento económico en los 90, después de la «década perdida» de los 80, en el inicio de una dinámica que se ha mantenido, e incluso acelerado, en los primeros años del nuevo milenio.
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