Alguien me ayuda a hacer un cuento corto sobre la multiculturalidad.
Por favor
Respuestas a la pregunta
Hola, soy Tatiana, una niña de 9 años. ¿Qué dónde está mi colegio?, muy sencillo, en la selva de Perú.
Cerca de mi colegio también hay carreteras, aunque son de tierra, y cuando lluev
parece que vivimos en un pueblo de barro. Barro por aquí y barro por allá. Hasta el
suelo de las clases se llena de barro.
En este colegio-hogar hay niños y niñas de muchas partes de la selva, por lo que se habla muchos idiomas. El mío es el Ashaninca y también hablo perfectamente el
español.
Yo, junto a 200 niños y niñas, vivimos en una casita pegada al colegio. Nos cuidan
las profesoras, y nos tratan muy bien. ¡Ellas saben que echamos mucho de menos
a nuestras familias!. Yo no tengo padres, pero tengo unos abuelos que me quieren
mucho. ¡Qué pena que donde viven ellos no haya escuelas para mí!.
¿Qué cómo vestimos en mi colegio? ¿Os acordáis que aquí se hablaban muchos
idiomas porque somos de distinta parte de la selva? Pues igual pasa con la ropa
que llevamos. Nuestro colegio está muy chulo porque nuestra directora quiere que
sigamos vistiendo como lo hacíamos en nuestras aldeas. Yo visto con una túnica
naranja adornada con cáscaras de caracol. En la selva hay unos polvos que sirven
para teñir la ropa. Y los caparazones de caracol me los cosió mi abuela antes de
venirme a vivir a la escuela-hogar porque aunque esté lejos de ella le gusta verme
bien guapa.
¿Os he contado que estoy muy contenta en mi colegio? Ahora tengo muchos amigos y amigas. Pero aún me pongo triste cuando me acuerdo de mis primeros días
aquí. Yo no conocía a nadie. Me costaba mucho hacer amistades nuevas. Además,
cuando salía al recreo había niños y niñas que hablaban otros idiomas y vestían muy
diferente a mí y en ocasiones me sentía un poco extraña. No entendía porqué me
miraban de una forma tan rara.
Todo eso cambió el día que, durante un recreo, una niña de 11 años me preguntó si
podía hacer un cuento para ella. Un cuento… ¿yo? Pero si yo no soy cuentista - le
dije-, y ella se rió a carcajadas. Ya lo sé, me dijo aquella niña de pelo negro. El cuento
es para publicarlo en la revista del colegio, y se llamará “La magia verde”.
Solidaridad Don Bosco
31
Pero yo seguía sin comprender nada, y fue cuando le pregunté porqué me pedía el
cuento a mí y no a otros niños y niñas del colegio. Y aquella chica me contestó que
por el vestido que llevaba había reconocido que era ashaninca y que, por tanto, yo
había vivido en una parte de la selva que parece mágica, y donde hacía muchos
años las plantas se utilizaban para curar enfermedades, y los ríos eran los más limpios del planeta.
Me sorprendió mucho que aquella niña de 11 años supiera tantas cosas sobre el lugar donde había nacido yo. Y era así porque ella también, de pequeñita, había vivido
allí. Era también ¡ashaninca! ¡No sabéis la alegría que me dió!
Fue entonces fue cuando acepté su propuesta para escribir un cuento sobre el lugar
donde las dos habíamos nacido, un lugar con magia verde. Sería una buena oportunidad para dar a conocer nuestra cultura ashaninca a los demás niños y niñas del colegio. Además, me iba a servir para no sentirme tan sola, y no olvidar que siempre tenía un lugar donde regresar junto a mi abuelo y mi abuela. Así que ¡manos a la obra!. Afortunadamente mi nueva amiga me ayudaba mucho, y eso me facilitaba ir escribiendo el cuento sobre los ashaninkas. Pero la verdad es que poco a poco me iba dando cuenta de que había muchas cosas que ya no recordaba porque las antiguas costumbres de mi pueblo poco a poco también se iban perdiendo.
Por suerte, las vacaciones de Navidad llegaron pronto, y con ella la hora de volver a casa a descansar del colegio. Pero no todos los niños y niñas tenían un lugar donde pasar las vacaciones, y debían quedarse en el colegio. Esto es lo que a mi nueva amiga le pasaba, ella no tenía familia a la que visitar, así que decidí contárselo a mis
abuelos y ellos accedieron encantados a que me acompañara durante estas fiestas.
Las vacaciones de navidad finalizaron, y era el momento de regresar al cole, y aunque nos daba pena tener que alejarnos otra vez de nuestro pueblo, había algo que
nos ilusionaba, y ese algo era que nuestro cuento saliera en la revista del colegio.
¡Por fin lo terminamos!, era un cuento la mar de bonito y entretenido. Y ¿sabéis qué?, que gracias al cuento todos los niños y niñas del colegio ya no me miraban de aquella forma tan rara, porque ya sabían qué significaba llevar un vestido de tela con adornos de caracol, y además, no paraban de preguntarme sobre las historias que nos contó mi abuela y de cómo eran mis otros amigos y amigas ashanincas. Y fue entonces cuando más me alegré de poder seguir vistiendo como antes, y de
poder seguir estudiando mi propia cultura para que nunca, aunque los niños y niñas tengamos que ir lejos para estudiar, nos olvidemos de que tenemos un lugar donde regresar con diferentes costumbres, nuestro otro hogar, un hogar como la selva con magia verde.
La diversidad se refiere a la diferente procedencia social, cultural, geográfica o étnica de las personas las cuáles pueden generar diferencias en el aula ya que representan diferentes costumbres, prácticas espirituales, sistemas de valores, creencias, hábitos, idiomas y orientación sexual
Había una vez, una niña llamada Iris a la que le gustaba mucho jugar al fútbol con los chicos de su clase. Desde siempre, Iris había sido una niña muy especial, pues no hacía las mismas cosas que el resto de sus amigas, como jugar a las muñecas, jugar a las princesas, pintarse las uñas, sino que iris prefería irse a jugar al fútbol.
Los chicos de su clase estaban encantados con Iris, pues era mucho mejor que otros niños jugando al fútbol, así que siempre intentaban que Iris estuviese en su equipo. Todos los niños de su clase respetaban que Iris jugara al fútbol.
Pero de repente un día, las amigas de Iris le dieron de lado, pues no era como ellas. Cuando Iris se dio cuenta que sus amigas ya no querían jugar con ella, se sintió muy triste, pues no comprendía que porque a ella le gustase el fútbol, no podía ser su amiga.
Una mañana de camino al colegio, Iris se encontró con su amiga Carolina y decidió hablar con ella para que volvieran a ser amigas otra vez:
"Hola Carolina, me gustaría preguntarte algo...", le dijo Iris algo tímida
"Sí", le respondió.
"¿Por qué no queréis que seamos amigas? ¿Es porque me gusta ir a jugar al fútbol con los chicos de la clase?", preguntó Iris.
Durante unos instantes, Carolina se quedó sin palabras, pero al final respondió:
"Sí, es que pareces un chico Iris, todo el día jugando al fútbol con los niños, y sino, montando en bici..."
Iris que era una niña muy madura para su edad le dijo a Carolina: "Pues Carolina, creo que no es un motivo para que no queráis ser mis amigas, porque si me voy a jugar con ellos, es porque a vosotras nunca os apetece hacer deporte, y a mí me gusta mucho. Creo que podemos ser amigas, porque aunque me vaya algunas veces con los chicos, vosotras sois mis amigas y también me gusta estar jugando con vosotras"
Después de esa conversación, al cabo de unos días, Iris estaba jugando al fútbol en el colegio con los chicos, y de repente, oyó como una voz la estaba llamando: "Iris, ¿puedes venir un momento?". Era Carolina la que le estaba llamando junto el resto de amigas.
Iris fue sin pensárselo dos veces hacia donde estaban sus amigas...
"Iris, hemos pensado todas las chicas que tienes razón, y que te guste jugar al fútbol, no significa que seas un chico. Además, nos has dicho que te gusta jugar y salir con nosotras..., y a nosotras también nos gusta salir contigo", le dijo Carolina en representación de todas las niñas.
Así fue, como las amigas de iris aprendieron que tienen que respetar a las personas por como son. Además aprendieron que el fútbol no es sólo un juego de niños, sino también de niñas.
FIN