Albert Einstein huyó de alemania.
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Por el momento he decidido que no voy a volver a Alemania, y quizás no lo haga nunca más". Con esta rotundidad, el 28 de marzo de 1933, el científico de origen judío Albert Einstein (1879-1955) anunciaba a su hijo Eduard por carta su intención de no regresar jamás al país que le había visto nacer, al lugar donde habían sido reconocidos sus grandes logros científicos, al menos hasta entonces. Porque apenas dos meses antes de redactar ese escrito que va a ser subastado por la casa Profiles in History el próximo mes de junio -junto a una veintena más de cartas íntimas del físico-, Hitler había asumido la cancillería germana, lo que significaba la aplicación inmediata de unas políticas antisemitas que quedarían codificadas dos años después en las Leyes de Núremberg. En el momento de enviar la carta, Einstein se encontraba a bordo del SS Belgenland, un buque de carga y transporte de tropas que la naviera británica White Star Line había utilizado durante la I Guerra Mundial, y que ahora operaba como crucero de lujo en el Atlántico.
Carta enviada a su hijo desde el SS Belgenland
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La embarcación debía llevar al físico de Estados Unidos a Alemania, pero durante el trayecto recibió la noticia de que su casa de verano de Caputh, al sur de Potsdam, había sido allanada por los nazis. En ese instante, Einstein interrumpe su viaje y desembarca en el puerto de Amberes con el objetivo de regresar a Estados Unidos cuanto antes, sin haber alcanzado Alemania. No era la primera vez que sucedía algo parecido, pues la Gestapo ya había saqueado en varias ocasiones su apartamento de Berlín mientras daba clases en la ciudad californiana de Pasadena. Sin embargo, fue tras este suceso cuando Einstein tomó una de las decisiones más difíciles de su vida: renunciar a la ciudadanía alemana. Lo hizo en el consulado alemán de Bruselas, a dónde había viajado en coche desde Amberes. Hitler no tardaría en responder: el fürher confiscó todas las propiedades de Einstein en Alemania, su dinero y publicó una fotografía del Premio Nobel en la que se podía leer la siguiente nota: "Todavía no ahorcado".
La carta que el físico dirigió a su hijo desde el SS Belgenland no fue la única que escribió antes de desembarcar. Ni tampoco la única renuncia que consideró hacer efectiva durante el trayecto. Además de a la ciudadanía, Einstein decidió dejar su puesto en la Academia Prusiana de las Ciencias, una renuncia que hizo por escrito y que ya había meditado diez años antes de que los nazis accedieran al poder en Alemania. En 1923 y desde Holanda, el científico envió una carta a sus dos hijos para anunciarles que, ante el continuo incremento del antisemitismo en el país germano, estaba planteándose abandonar la Academia. Sin embargo, en ese momento decidió no hacerlo, ya que -como defiende- hubiera sido "moralmente perjudicial para los intelectuales alemanes". Pero tras el 28 de marzo de 1933 nada volvería a ser igual. Aceptando la idea de no pisar jamás Alemania, Einstein navegaba de nuevo hacia Estados Unidos, país en el que decidió vivir hasta el final de sus días.