1. Tilda las palabras de los siguientes fragmentos.
a) Hladik habia rebasado los cuarenta años. Fuera de algunas amistades y de muchas
costumbres, el problematico ejercicio de la literatura constituia su vida; como todo
escritor, media las virtudes de los otros por lo ejecutado por ellos y pedia que los otros lo
midieran por lo que vislumbraba o planeaba.
b) Todos los libros que habia dado a la estampa le infundian un complejo arrepentimiento.
En sus examenes de la obra de Boehme, de Abenesra y de Fludd, habia intervenido
esencialmente la mera aplicacion; en su traduccion del Sepher Yezirah, la negligencia, la
fatiga y la conjetura.
c) Juzgaba menos deficiente, tal vez, la Vindicacion de la eternidad: el primer volumen
historia las diversas eternidades que han ideado los hombres, desde el inmovil Ser de
Parmenides hasta el pasado modificable de Hinton; el segundo niega (con Francis Bradley)
que todos los hechos del universo integran una serie temporal.
d) Arguye que no es infinita la cifra de las posibles experiencias del hombre y que basta una
sola “repeticion” para demostrar que el tiempo es una falacia. Desdichadamente, no son
menos falaces los argumentos que demuestran esa falacia; Hladik solia recorrerlos con
cierta desdeñosa perplejidad. Tambien habia redactado una serie de poemas expresionistas;
estos, para confusión del poeta, figuraron en una antologia de 1924 y no hubo antologia
posterior que no los heredara.
e) De todo ese pasado equivoco y languido queria redimirse (Hladik con el drama en verso
Los enemigos). Hladik preconizaba el verso, porque impide que los espectadores olviden
la irrealidad, que es condicion del arte.
f) Este drama observaba las unidades de tiempo, de lugar y de accion; transcurria en
Hradcany, en la biblioteca del baron de Roemerstadt, en una de las ultimas tardes del
siglo diecinueve.
g) En la primera escena del primer acto, un desconocido visita a Roemerstadt. (Un reloj da
las siete, una vehemencia de ultimo sol exalta los cristales, el aire trae una arrebatada y
reconocible musica hungara).
h) A esta visita siguen otras; Roemerstadt no conoce las personas que lo importunan, pero tiene
la incomoda impresión de haberlos visto ya, tal vez en un sueño. Todos exageradamente
lo halagan, pero es notorio primero para los espectadores del drama, luego para el mismo
baron que son enemigos secretos, conjurados para perderlo.
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Respuestas a la pregunta
Tarea
Tilda las palabras de los siguientes fragmentos:
a) Hladik había rebasado los cuarenta años. Fuera de algunas amistades y de muchas costumbres, el problemático ejercicio de literatura constituía su vida; como todo escritor, medía las virtudes de los otros por lo ejecutado por ellos y pedía que los otros lo midieran por lo que vislumbraba o planeaba.
b) Todos los libros que había dado a la estampa le infundían un complejo arrepentimiento. En sus exámenes de la obra de Boehme, de Abenesra y de Fludd, había intervenido esencialmente la mera aplicación, en su traducción del Sepher Yezirah, la negligencia, la fatiga y la conjetura.
c) Juzgaba menos deficiente, tal vez, la Vindicación de la eternidad: el primer volumen historia las diversas eternidades que han ideado los hombres, desde el inmóvil Ser de Parménides hasta el pasado modificable de Hinton; el segundo niega (con Francis Bradley) que todos los hechos del universo integran una serie temporal.
d) Arguye que no es infinita la cifra de posibles experiencias del hombre y que basta una sola "repetición" para demostrar que el tiempo es una falacia; Hladik solía recorrerlos con cierta desdeñosa perplejidad. También había redactado una serie de poemas expresionistas; estos, para confusión del poeta, figuraron en una antología de 1924 y no hubo antología posterior que no los heredara.
e) De todo ese pasado equívoco y lánguido quería redimirse (Hladik con el drama en verso Los enemigos). Hladik preconizaba el verso, porque impide que los espectadores olviden la irrealidad, que es condición del arte.
f) Este dama observaba unidades de tiempo, de lugar y de acción; transcurría en Hradcany, en la biblioteca del barón de Roemerstadt, en una de las últimas tardes del siglo diecinueve.
g) En la primera escena del primer acto, un desconocido visita a Roemerstadt. (Un reloj da las siete, una vehemencia de último sol exalta los cristales, el aire trae una arrebatada y reconocible música húngara).
h) A esta visita siguen otra; Roemerstadt no conoce las personas que lo importunan, pero tiene la incómoda impresión de haberlos visto ya, tal vez en un sueño. Todos exageradamente lo halagan, pero es notorio primero para los espectadores del drama, luego para el mismo barón que son enemigos secretos, conjurados para perderlo.