Yo, porque conocí que era gente que mejor se libraría y
convertiría a nuestra Santa Fe con amor que no con fuerza,
les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas
cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo y otras cosas
muchas de poco valor, con que ovieron mucho placer y quedaron
tanto nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a
las barcas de los navíos adonde nos estábamos, nadando, y nos
traían papagayos y hilo de algodón en ovillos y otras cosas
muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nos les
dábamos, como cuentecillas de vidrio y cascabeles. Me pareció
que era gente muy pobre de todo. Ellos andaban todos desnudos
como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vi
más de una harto moza. Y todos los que yo vi eran todos
mancebos, que ninguno vi de edad de más de treinta años: muy
bien hechos, de muy fermosos cuerpos y muy buenas caras, los
cabellos gruesos casi como sedas de colas de caballos, e
cortos.
Sábado 13 de octubre. ____ Luego que amaneció vinieron a la
nao muchos de estos hombres. Ellos vinieron en unas almadias
que son hechas del pie de un árbol, como un barco luengo, y
todo de un solo pedazo que en algunas venían cuarenta o
cuarenta y cinco hombres, y otras más pequeñas. Remaban con
una pala como de fornero y si se les trastocara se echan
todos a nadar y la enderezan y luego la vacían con calabazas
que traen ellos. Traían ovillos de hilo de algodón y
papagayos y otras cosas, y todo lo cambiaban por cualquier
cosa de poco valor que les diéramos. Y yo estaba atento y
trabajaba de saber si había oro, y vide que algunos de ellos
traían un pedazuelo colgado en un agujero que tienen en lanariz y por señas pude entender que yendo al sur o rodeando
la isla por el sur, que estaba allí un rey que tenía grandes
vasos de ello, y tenía muy mucho. Trabajé que fuesen allá y
después vi que no entendían la idea. Determiné de aguardar
hasta mañana a la tarde y después partir hacia el sudeste,
que decían que había tierra y de allí venían a combatir
muchas veces. Esta gente de esta isla es harto mansa, y por
la gana de tener de nuestras cosas, toman lo que pueden y se
echan a nadar; más lo que tienen lo dan por cualquier cosa
que les den: que hasta los pedazos de las escudillas y de las
tazas de vidrio rotas rescataban. Que hasta vi dar dieciséis
ovillos de algodón por tres ceotís de Portugal, que es una
blanca de Castilla. Esto defendiera yo y no dejaba tomar a
nadie salvo que yo lo mandara tomar todo para V. A. si
hobiera en cantidad. Todo nace aquí en esta isla, y también
nace aquí el oro que traen colgando de la nariz, mas por no
perder tiempo, quiero ir a ver si puedo topar la isla de
Cipango. Agora como es de noche todos se fueron a tierra con
sus almadías. —
Quién es el destinatario del Diario de Colón?, es decir ¿a quién se dirige en
su escrito? ¿qué cosas le promete buscar
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todo eso escribiste vos?
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