¿Y qué ha dejado Don Quijote?, diréis. Y yo os diré que se ha dejado a sí mismo, y que un hombre, un hombre vivo y eterno, vale por todas las
teorías y por todas las filosofías. Otros pueblos nos han dejado sobre todo instituciones, libros, nosotros hemos dejado almas. Santa Teresa vale
por cualquier instituto, por cualquier Crítica de la razón pura. Es que Don Quijote se convirtió. Sí, para morir el pobre. Pero el otro, el real, el que se
quedó y vive entre nosotros, ese sigue alentándonos con su aliento, ese no se convirtió, ese sigue animándonos a que nos pongamos en ridículo,
ese no debe morir. Y el otro, el que se convirtió para morir, pudo haberse convertido porque fue loco y fue su locura, y no su muerte nisu
conservación, lo que lo inmortalizó mereciéndole el perdón del delito de haber nacido. Felix culpa! Y no se curó tampoco, sino que cambió de
locura. Su muerte fue su última aventura caballeresca;
con ella forzó el cielo, que padece fuerza.
Murió aquel Don Quijote y bajó a los infiernos, y entró en ellos lanza en ristre, y libertó a los condenados todos, como a los galeotes, y cerró sus
puertas, y quitando de ellas el rótulo que alli viera el Dante puso uno que decía: Iviva la esperanza!, y escoltado por los libertados, que de él se
reían, se fue al cielo. Y Dios se rió paternalmente de él y esta risa divina le llenó de felicidad eterna el alma. Y el otro Don Quijote se quedó aquí,
entre nosotros, luchando a la desesperada. ¿Es que su lucha no arranca de desesperación? ¿Por qué entre las palabras que el inglés ha tomado a
nuestra lengua figura entre siesta, camarilla, guerrilla y otras, la de desperado, esto es, desesperado? Este Quijote interior que os decía, consciente
de su propia trágica comicidad, no es un desesperado? Un desperado, sí, como Pizarro y como Loyola. Pero «es la desesperación dueña de los
imposibles», nos enseña Salazar y Torres (en Elegir al enemigo, act. 1), y es de la desesperación y solo de ella de donde nace la esperanza heroica, la
esperanza absurda, la esperanza loca. Spero quia absurdum, debía decirse, más bien que credo.
Unamuno, Miguel de, Del sentimiento trágico de la vida.
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16. El anterior texto pertenece a
A. una novela.
B. un ensayo literario.
C un tratado filosófico.
. Justifica tu elección.
Respuestas a la pregunta
Contestado por
1
Respuesta:
a una novela
Explicación:
ya que el libro de don quijote es una novela y te están relatando parte de ella
AGM268:
gracias, en la justificacion que podria poner?
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