Virtud cardinal relacionada con saber diferenciar lo bueno de lo malo
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
lo bueno es cuando ayudás a otras personas o a tu comunidad e igualmente que te ayudas ati sin hacer ningún daño físico y emocional mente ,malo es hacer algo que dañe persona o cosa sin saber las consecuencias o hacerlo por conveniencia
Respuesta:
Qué son las Virtudes cardinales:
Las virtudes cardinales, llamadas también virtudes morales, son aquellas virtudes que son esenciales para las relaciones humanas y el orden social. Reciben su nombre de la palabra latina “cardo”, que quiere decir principal o fundamental. Así, se entiende que las virtudes cardinales son aquellos valores principales y fundamentales.
Estas virtudes, asociadas también a las virtudes teologales, son punto de referencia para la orientación de la conducta de la persona hacia una plena humanización, así como hacia la construcción de una sociedad más justa y sana.
Las virtudes cardinales son la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza. Se complementan con las virtudes teologales, que son la fe, la esperanza y la caridad.
Se dice, además, que las virtudes cardinales son una respuesta a las heridas propiciadas en el ser humano por el pecado. Así, cada una de ellas corresponde a la sanación de un elemento en particular. Veamos ahora cada una de las virtudes cardinales por separado.
Prudencia
La prudencia es una virtud que tiene como propósito enmendar o sanar la ignorancia de entendimiento. La prudencia es la capacidad de reflexionar antes de hablar o actuar, así como de evaluar el modo y los medios adecuados para intervenir en una situación.
Implica, por lo tanto, el sentido de la oportunidad, es decir, de juzgar cuál es el momento adecuado para actuar o hablar.
La práctica de la prudencia implica seguir al menos tres elementos esenciales, los cuales son: pensar con madurez, decidir con sabiduría y actuar para el bien. Todo ello implica un proceso de reflexión continua.
Explicación:
El problema comienza ya al intentar determinar qué es lo que debe calificarse como 'malo’ perse, ya que un simple objeto cualquiera podría ser calificado como bueno o malo por una infinidad de atributos susceptibles de ser ‘juzgados’ positiva o negativamente. Ahora bien, el hombre puede experimentar el mal como algo previo y ajeno a sí mismo —lo que se ha dado en llamar mal de pena o de castigo— o como algo en lo que él mismo se reconoce —mal de culpa—. Por tanto, puede considerarse el problema del mal, igualmente, desde una doble vertiente, su génesis externa —ligada a una concepción trágica del mal— o interna asociada a una visión ética o moral del mismo—. De esta manera, el análisis del mal constituye todo un reto para la ratio humana y aun para la fe.
la experiencia interna nos enseña que cuando percibimos o conocemos algún objeto como bueno o conveniente para nosotros, este conocimiento excita en nuestro interior una especie de tendencia o movimiento de inclinación hacia dicho objeto, y que por el contrario, resulta un movimiento de aversión o apartamiento, cuando aprendemos o conocemos algún objeto como contrario o malo. Esta facultad que tiene el alma de inclinarse y tender hacia el objeto bueno y de apartarse o rehuir del objeto malo o contrario, constituye la facultad apetitiva y también afectiva; porque su fuerza propia se manifiesta y funciona por medio de movimientos o actos afectivos, y no por actos cognoscitivos, cuya existencia presupone naturalmente, como condición necesaria y hasta como regla y medida de sus funciones: porque la experiencia y observación psicológica demuestran que el movimiento afectivo resultante en el alma, está en relación y proporción con el objeto conocido y con el modo con que es conocido.
El apetito sensitivo es el principio de los movimientos afectivos de la sensibilidad, que se llaman pasiones en el lenguaje filosófico. Porque aquí no se toman las pasiones por el movimiento desordenado o deseo intenso y vehemente de alguna cosa, como lo toman muchos modernos, sino por el movimiento natural y espontáneo de la sensibilidad afectiva hacia alguna cosa, percibida como buena o mala, conveniente o contraria. Aquí, pues, se trata de las pasiones consideradas en sí mismas, secundum se, prescindiendo del desorden moral que puede acompañarlas en el hombre, y de la vehemencia que pueden adquirir por la repetición de actos u otras causas.
El bien y el mal, que son objeto del apetito sensitivo, pueden ofrecerse a éste, o simplemente bajo la razón de bien o de mal, o bajo la razón de bien y mal difíciles de conseguir o de evitar. De aquí la división que hacían los Escolásticos del apetito sensitivo, en apetito concupiscible y apetito irascible. El primero dice relación al bien o mal sensibles en sí mismos, secundum se, y prescindiendo de la dificultad de alcanzarlo o evitarlo: el segundo se refiere a los bienes o males en cuanto van acompañados de dificultad, sub ratione ardui.