valor social de la obra comentarios reales
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
El interés de la crítica hacia la obra maestra del Inca Garcilaso ha ido aumentado en los últimos años2. El valor literario y de documento humano de los Comentarios Reales justifica este interés. Las páginas de este ensayo entienden poner de relieve, una vez más, el valor de dicha obra y también destacar su importancia como documento de un drama íntimo que atormentó durante toda su vida al Inca, origen de una particular concepción ética del honor y la fama.
La primera parte de los Comentarios apareció, como sabemos, cuatro años después de publicada La Florida, en 16093. Aprendemos, sin embargo, en la dedicatoria de la traducción de los Diálogos de amor al rey Felipe II4, que ya desde aquel entonces Garcilaso pensaba, además que en La Florida5, en la historia de un mundo que le interesaba más directamente, puesto que expresa la intención «de pasar adelante a tratar sumariamente de la conquista de mi Tierra, alargándome más en las costumbres y ritos y ceremonias della, y en sus antiguallas» que, como hijo de aquellas gentes, hubiera podido «decir mejor que otro que no lo sea»6. Cuando la idea primitiva tomó consistencia lo que hubiera debido ser prolongación de la historia de la conquista fue el primer tomo de una obra más extensa, que acabó por incluir también la Historia General del Perú.
Aurelio Miró Quesada y Sosa afirma que el título de la obra, Comentarios, se lo debe Garcilaso a Julio César, del cual era admirador ferviente, y al mismo Julio César le debe la idea romana del imperio de los incas27, en el que el Cuzco «fue otra Roma»28. Lo cierto es que nadie como Garcilaso supo dar vida, con tanto refinamiento, al espíritu de su civilización, levantando a los Incas un monumento que G. Lohmann Villena ha juzgado «no indigno de su poderosa arquitectura»29, en un libro que es un «maravilloso retablo plateresco, terso, todo mesura y contención»30, escrito en un castellano de extraordinaria pureza y armonía.
En los Comentarios Juan P. Echagüe ha visto «un punzante drama interior»31, el que realmente debía de atormentar al Inca, en vilo entre dos civilizaciones que en él se juntaban y combatían. Que a través de esta dramática situación espiritual los Comentarios Reales hayan cobrado vida singular es indudable. Lohmann Villena subraya, al contrario, una armoniosa confluencia de corrientes en el Inca, que en otros fueron antagónicas32. Es una interpretación, ésta, que podemos aceptar sólo en cuanto al resultado literario, porque en lo que se refiere al sustrato anímico el dualismo es patente: Garcilaso no ha resuelto aún, cuando escribe los Comentarios, el hondo conflicto que se agita en él entre los mundos a que pertenece, y acaba por inclinarse preferentemente hacia el mundo materno. Ello nos explica el por qué los Comentarios Reales llegaron a ser considerados peligrosos para la tranquilidad de las Indias durante el siglo XVIII, y la consecuente prohibición de 1781, confirmada en 1782 y al año siguiente. La apología de la raza vencida y el imperio derrocado parecía incitar a nuevos levantamientos para la conquista de la libertad. Luis Valcárcel ha escrito que la obra del Inca llegó a ser la Biblia del patriotismo peruano «en la forma actual de sentir la patria»33, y se inclina a interpretar en Garcilaso una secreta pasión autonomista34. Es una idea que se puede aceptar, considerando la defensa que el Inca hace de su mundo y su posición independiente con respecto al juicio oficial acerca de numerosos hechos y personas, sobre todo en la segunda parte de los Comentarios, la Historia General del Perú.
Aunque terminada en 1612, la Historia mencionada se publica en 1617, muerto ya Garcilaso35. Muchos de los juicios citados a propósito de los Comentarios Reales propiamente dichos se aplican también a esta segunda parte de la obra del Inca. Pero si la primera parte no siempre tuvo en la apreciación de la crítica períodos de igual fortuna, la Historia General del Perú tuvo peor suerte aún. Su importancia como obra histórica fue negada ante todo por ser libro de recopilación fragmentaria, y junto con el valor histórico se le negó también valor artístico. El mismo Menéndez y Pelayo fue quien contribuyó a autorizar esta opinión, afirmando que «Para los sucesos del descubrimiento y conquista del Perú, la autoridad del Inca es muy secundaria por lo tardía, y porque generalmente se reduce a transcribir o glosar las narraciones de autores ya impresos, como López de Gomara, Agustín de Zárate y el Palentino, Diego Fernández», añadiendo que, cuando el Inca abandona el testimonio de dichos autores es sólo «para extraviarse en compañía del jesuita Blas Valera»36. El crítico afirmaba, además, que en muchas cosas Garcilaso hablaba de memoria o fiándose en anécdotas soldadescas, y que no había conocido la crónica de Cieza de León. Sin embargo le reconocía Menéndez Pelayo un mérito real al Inca, en la tratación de las rebeliones de Gonzalo Pizarro y Francisco Hernández Girón37.