Ciencias Sociales, pregunta formulada por friducolegio, hace 4 meses

URGENTE NECESITO LA RESTOS YA redacta un texto de 6 a 10 renglones vinculando las siguientes palabras: libertad reconocimiento​

Respuestas a la pregunta

Contestado por honilee2020
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Respuesta:

LIBERTAD Y RECONOCIMIENTO CULTURALES

 

¿Por qué la libertad cultural suele ser menos reivindicada que otras libertades? ¿Si la humanidad es una especie cultural puede prescindir de la libertad y del reconocimiento culturales? ¿Tal renuncia carece de costes? ¿No castiga también –y quizás especialmente- a los débiles y a los excluidos de otras libertades? ¿No se añade a otras discriminaciones y opresiones?

¿Por qué no reconocer lo cultural como digno de ser politizado? ¿Por qué negarse a las funestas consecuencias de la falta de libertad y reconocimiento culturales? ¿Por qué resistirse a reconocer las realidades culturales, incluso mucho más que otras realidades también políticamente molestas?

Nos parecen preguntas especialmente importantes y polémicas hoy, pues adquieren un nuevo valor en el actual “giro cultural”, en la turboglobalización postcolonial y en el nuevo ciclo de politizaciones iniciado con los “mayos del 1968”. Pues tales procesos de larga duración y de amplio alcance modifican notablemente los conceptos actuales de libertad y de reconocimiento político. Pero son todavía muchos los que niegan tales ideas y se mantienen nostálgicamente dependientes de viejas perspectivas.  

 

Ciertamente la humanidad es definida unánimamente como ser cultural y como ser político. También nadie niega la profunda aspiración humana a la libertad y al reconocimiento. Pero, por contra, hay quien cree que la libertad y el reconocimiento culturales no son dignos de politizarse. Lo cultural –afirman- no es cuestión primordial de la política, por tanto no debe ser politizado o –en todo caso- tal politización debe ser subordinada a otras cuestiones… más importantes, más dignas…

Es cierto que existen cuestiones muy imperiosas que son condición de posibilidad de la cultura: por ejemplo ¡la propia vida! Sin duda, para pensar, filosofar o tener cultura se tiene –como condición- que vivir. Primum vivere, deinde philosophari. Es cierto que hay necesidades básicas (comida, bebida, alojamiento…) sin las cuales no hay vida humana. Si no se satisfacen las mínimas condiciones biológicas de la vida es imposible satisfacer las culturales, cualquier derecho civil y político, toda aspiración a la dignidad humana, a la libertad, al reconocimiento… La vida política y cultural sólo son posibles si la vida biológica es posible.

Pero también es verdad que sin la cultura no hay vida humana y que –además- nuestras necesidades de comer, beber, protegernos, relacionarnos, incluso la sexualidad… se satisfacen ¡culturalmente! Y no tan sólo biológicamente, como un instinto o una mera función corporal. La sociedad, la política, la economía y el trabajo humano son cultura. La libertad, los derechos humanos, la solidaridad… son sin duda algo cultural. ¡No simplemente natural! Y la humanidad ha tenido que luchar, trabajar y evolucionar mucho para llegar mínimamente a ellos, para ganarlos, hacerlos posibles y convertirlos en “derechos humanos”… Pues no siempre fueron reconocidos ni fuente de libertad.

¿Por qué pues marginar la cultura de la política? ¿Por qué separar lo cultural de lo político? ¿Por qué la libertad y el reconocimiento políticos no pueden politizarse? ¿Por qué pensar que los derechos culturales carecen de valor político y deben ser obviados y sacrificados sistemáticamente? ¿Por qué se continúa menospreciándolos, incluso cuando se puede ir más allá de exigir la vida puramente biológica? ¿Qué vergüenza o desvío impulsa su sistemático olvido?

Un motivo histórico –justificable quizás en aquella situación- es que en las brutales luchas sociales e ideológicas del siglo XIX, lo cultural parecía poco imperioso. La miseria en los suburbios de la primera industrialización era tal que las principales reivindicaciones no podían ser más que “¡Pan y trabajo!” Y, en todo caso, se les añadía “¡Paz!”, para suplicar la vuelta de los soldados del frente –si podía ser sanos y salvos- y el fin de las barbaries de la guerra.

Lo primero era la vida… incluso por encima de la libertad, de todas las libertades. Se imponía mantener la vida, aunque fuera en su aspecto más mínimo, animal, de subsistencia biológica… Eso que también significa el concepto romano de “nuda vida” que tan importante deviene en contextos brutales (¡y no tan extraños como puede parecer!) de “estado de excepción” (Giorgio Agamben) como los campos de exterminio nazis.

En ellos se impone un primer y quizás único mandato: ¡sobrevivir! Y se instaura una “zona gris” que imposibilita los valores, la ética e incluso la humanidad, y que casi impide distinguir entre víctimas y verdugos (dice Primo Levi, pero insistiendo que ¡incluso entonces es posible hacer tal distinción!).

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