una reseña histórica de como se construyo el tapabocas
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Por Miguel Ángel Rojas A.
El último antecedente de uso de tapabocas masivo en el Quindío ocurrió hace 21 años, durante los tres o cuatro días después del terremoto del 25 de enero de 1999. Se utilizó, especialmente, por parte de personal de las entidades del Estado, alcaldías, gobernación, bomberos, cruz roja, Defensa Civil, trabajadores que removían escombros y profesionales que realizaban los censos de edificaciones caídas o inspeccionaban las que había que demoler. Ese tapabocas fue necesario por la contaminación del aire, proveniente de la enorme cantidad de partículas de cemento, arenas, asbesto, ladrillo y similares que quedaron en nuestra atmósfera.
El asbesto es un material altamente contaminante, que ha sido prohibido en casi todo el mundo. Técnicamente se trata de un silicato cálcico magnésico que constituye una variedad impura del amianto. Con él estaban hechos la mayoría de techos y los pisos de Armenia y el Quindío, como los tanques de agua que había en esos techos de cada casa y edificio. Con el terremoto, ese material reventó en miles de millones de partículas, que, incluso, oscurecieron el cielo de Armenia, en ese soleado 25 de enero de 1999. El asbesto es un causante de cáncer de pulmón, según las cifras reveladas por la Organización Mundial de la Salud. Quienes conocían este tipo de riesgo en el Quindío, usaron tapabocas, o mascarilla quirúrgica para protegerse y no inhalar el peligroso material.
Hace un poco más de un año el Instituto Nacional de Salud reveló que el Quindío tenía el peor aire de Colombia, porque poseía la tasa más alta de mortalidad en temas pulmonares. Lo que no decía el informe es que la mayoría de los casos, según médicos de la región, provenían de las enfermedades dejadas por la inhalación del cemento y el asbesto en los días siguientes al terremoto, por una parte, y, por la otra, de las cocinas de leña que aún persisten en el campo del Quindío.
Los demás usos de tapabocas en la región, ha sido individual, por parte del personal médico y paramédico para todas sus prácticas profesionales. No se tienen noticias de epidemias similares a la actual, la del Covid-19, en la historia del Quindío. En el año de 1546, según el cronista Fran Pedro Simón, hubo una peste que devastó la población de los indígenas Quimbaya: “…con accidente recio de calentura, pasábase el dolor al oído izquierdo, agravando de tal suerte, que en dos o tres días pasaban sin remedio de esta vida los apestados…”. Esto sucedía cinco años después de la llegada de los españoles a la región. Sin embargo, no hay ninguna evidencia del uso del tapabocas. Tampoco existe sobre la llegada de la llamada Gripa del Cerdo, en 1493, traída por Colón y su tripulación en su segunda viaje a América.
Todas las pestes ocurridas en el mundo, históricamente, y que muchas de ellas han dejado miles, millones de personas muertas, no tienen antecedentes del uso del tapabocas, antes de la década del noventa de 1889. No existen evidencias del uso del tapabocas en los casos de Siracusa (395 AC), o la peste bubónica, descrita por Boccaccio en el siglo XIV y que lo tuvo confinado durante más de 100 días, lo que aprovechó para escribir su principal obra: El Decamerón.
El uso, para Asia Menor, de la burka, prenda que cubre toda la cara, en las mujeres árabes, debió de ser utilizada, en alguna medida, como tapabocas en los casos de gripas convertidas en epidemias en esta zona del mundo. O la bufanda, muy común en Europa, también, se supone como una prenda para evitar que los microorganismos de la saliva de los contertulios llegaran a los demás.
La mascarilla como la conocemos hoy, completamente independiente de cualquiera otra prenda, se usó inicialmente por el cuerpo médico, como queda dicho, en la última década del siglo XIX. El portal Marie Clarie, precisa sobre esta tesis: “Las mascarillas aparecieron por primera vez a fines del siglo XIX, los médicos la usaban como medida de protección, durante las cirugías para evitar las bacterias en el aire”.
Luego, continúa afirmando el mismo portal, “fueron adoptados en 1910 por las autoridades chinas para evitar la propagación de la peste neumónica, convirtiéndose en símbolos emblemáticos para los médicos. Tenían una doble función: detener los gérmenes y transformar a las personas en ciudadanos con una mentalidad más moderna.
Ocho años después, se convirtieron en un fenómeno global, cuando fueron ampliamente adoptados como protección contra la gripe española, donde hubo una aceptación popular de la máscara como parte de la vida”.
Este adminículo se hizo muy popular en china, donde recobró un sentido ciudadano: “Aunque el uso de los barbijos retrocedió después de la Primera Guerra Mundial, siguieron siendo populares en China, donde las máscaras simbolizan el cuidado de la comunidad y la conciencia cívica”.