una reflexión entre la posición de la iglesia y su criterio.
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Respuesta:
Llevamos unos meses en los que la Iglesia católica es el centro de la noticia, generalmente para mal, con reportajes de todo tipo, películas, mensajes en Internet y en los blogs que resaltan condenables acciones y actitudes de algunos de sus miembros en el mundo y que, además, difunden masiva y repetidamente películas y reportajes que cuestionan la vida de Cristo y la doctrina de la Iglesia. Se trata sin duda de una campaña (por el estilo, por la repetición, por las medias verdades, por la falta de debate serio, por el ocultamiento de otras verdades y otras acciones benéficas y sacrificadas de miles y miles de sacerdotes y religiosas católicos por todo el mundo), pero tampoco hay que cerrar los ojos ante hechos comprobados, de diferente estilo y proyección, de miembros de la Iglesia católica en Alemania, en Irlanda, en España, en Venezuela, en los Estados Unidos, en Nigeria, en el Perú…
Hablando con varios obispos y con numerosos sacerdotes coincidimos en que, entrados en el siglo XXI, la Iglesia católica debe replantearse varios aspectos de su relación con la sociedad, y que debe hacerlo con transparencia, con sinceridad y con valentía. Posiblemente con dolor también y, a veces, con vergüenza y pidiendo perdón. Quizá lleguen momentos excepcionales para la historia moderna de la Iglesia católica, como ha ocurrido en otras épocas por el nivel de exigencias de la sociedad.
Pienso que en la Iglesia debemos reflexionar, de manera especial y urgente, sobre tres aspectos de su relación con la sociedad a nivel mundial: el poder, la cultura y el sexo, que son los temas tratados en las noticias de los últimos meses. Y creo que debemos hacerlo por ese orden.
El poder: Son ya muchos los siglos en los que se discute, desde diferentes ángulos y situaciones, la llamada relación de la Iglesia católica con el poder, desde la hegemonía mundial de los países del llamado “Occidente cristiano”, la misma existencia del Estado de la Ciudad del Vaticano con sus embajadores y opiniones políticas, la participación política directa en muchos momentos de la historia hasta nuestros días (recordemos algunos: Solidaridad en Polonia; Democracia Cristiana en Italia; actitudes de los obispos en Venezuela, en España, en Bolivia; lo que está ocurriendo en estos momentos en los Estados Unidos, con la defensa de los emigrantes, así como la presencia de la Iglesia en movimientos de liberación en América Latina, en El Salvador, en África, etcétera). Los últimos escándalos en el Vaticano, que llegan hasta el asesor personal del Papa, también animan a criticar la falta de transparencia en el manejo de cuestiones materiales alejadas de toda cuestión religiosa y de fe. El Reino de Cristo, ¿es o no es de este mundo? ¿Cómo diferenciar el compromiso de los católicos, especialmente de los laicos, con su comunidad, de posiciones institucionales y de manejo del poder político y económico que llevan a defender intereses específicos que no tienen nada que ver con la religión ni con la fe?
La cultura: Una pésima relación entre cultura moderna e Iglesia católica. Llama mucho la atención, pues precisamente la Iglesia católica, a lo largo de la historia y superando con mucho a las demás religiones, ha sabido adaptarse y adaptar creaciones culturales de los diferentes pueblos del planeta. Por algo nos llamamos “católicos”, universales desde el mismo mensaje evangélico, desde el mismo mandamiento principal de Jesús, al considerarnos todos hijos de Dios, desde la misma práctica de los primeros cristianos. La presencia de sacerdotes y religiosas de todas las razas y naciones es una riqueza de la Iglesia católica que no pueden presentar las otras religiones. Entonces, ¿por qué nos cuesta entender el mundo moderno? ¿Por qué no se sabe utilizar correctamente los medios de comunicación y las nuevas tecnologías de la comunicación, no solo a la defensiva y con contenidos tradicionales sino con creatividad, estilos y propuestas para el siglo XXI? La cultura, en la sociedad, va relacionada con el poder, por lo que, de nuevo, surgen las preguntas del punto anterior y el llamado a la sinceridad y a la valentía. Por ejemplo en Navidad, con el consumismo masivo, entre los niños es más famoso Papá Noel que el Niño Jesús.