una leyenda sobre la creacion de la bandera del peru
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La leyenda cuenta la versión de que el libertador don José de San Martín, en una de sus tardes de reposo bajo una palmera en la ciudad de Pisco, Ica, soñó con una legión de patriotas que portaban una bandera. Cuando despertó, lo que vio fue una bandada de parihuanas, aves de pecho blanco y alas rojas. Dicen que ello le inspiró los colores de la bandera peruana.
Esa es la leyenda, pero más allá de ella y sus razones, que se pierden en la inmemoria, está la historia documentada sobre el origen y contexto de la creación de nuestra bandera. De acuerdo a la narración del historiador militar, general Carlos Dellepiane, en Historia militar del Perú (1965), el 8 de setiembre de 1820 se inició el desembarco del Ejercito Libertador en la bahía de Paracas. La mañana de aquel día, los primeros en pisar tierra fueron el general José de San Martín, el almirante Cochrane y el coronel de Las Heras. Tras hacer un reconocimiento del terreno, desembarcaron posteriormente los batallones de infantería N° 2, 7 y 11 con dos piezas de artillería y cincuenta jinetes del regimiento “Granaderos a caballo” a ordenes de Las Heras.
El ejército que arribó a Paracas estaba compuesto por unidades argentinas y chilenas, conformando estos un “Ejército combinado”, que era una milicia integrada por fuerzas de dos o más potencias (países), como señala el Compendio de la historia general del Ejército del Perú (2001).
Aquellas tropas recién desembarcadas se dirigieron a Pisco, arribando en horas de la noche. Ya en el lugar, Las Heras vio que esta había sido abandonada por sus pobladores al notar la aparición y desembarco de la escuadra patriota. Las Heras y sus hombres se mantuvieron alertas durante el resto de la noche ante la posibilidad de que dicha desocupación fuese una estratagema de los realistas, la que, finalmente, no sucedió.
Curiosamente, el destacamento realista encargado de la guarnición y defensa de Pisco estaba integrado por 500 infantes, 100 jinetes y dos piezas de artillería a órdenes del coronel de milicias Manuel Químper, quien solo se limitó en observar los movimientos patriotas e informar al virrey sobre aquello y, posteriormente, retirarse a Ica.
El desembarco del resto de unidades del Ejército Libertador –aproximadamente 4 mil hombres– prosiguió sin sobresaltos hasta el 11 de setiembre y, posteriormente, recorrieron los valles de Ica, Chincha y Cañete hasta finalizar, el mismo mes, instalando una fuerza de avanzada en Caucato.
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