una idea principal de este parrafo
pero esas estatuas no tuvieron, probablemente, gran semejanza
referencial. Un retrato de un general fue poco más que la representación de un
apuesto militar con yelmo y bastón de mando. El artista no reprodujo nunca la
forma de su nariz, las arrugas de su frente o su expresión personal. Es un extraño hecho, del que no nos hemos ocupado bastante todavía, este de que los artistas griegos — en las obras suyas que conocemos— hayan esquivado conferir a
los rostros una expresión determinada. En verdad, esto es mucho más sorprendente de lo que parece a primera vista, puesto que difícilmente garabatearemos
nosotros una simple cara en un trozo de papel sin darle alguna expresión acusada (cómica, por lo general).!Xas estatuas griegas, claro está, no son inexpresivas
en el sentido de parecer estúpidas y vacuas, pero sus rostros no parecen traducir
nunca ningún sentimiento determinado.jEl cuerpo y sus movimientos eran utilizados por estos maestros para expresarlo que Sócrates había denominado «los
movimientos del alma» (págs. 94 y 95, ilustración 58), ya que percibían que el
juego de las facciones contorsionaría y destruiría la sencilla regularidad de la
cabeza.
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