Historia, pregunta formulada por luisasilvinamorales, hace 1 año

UN RESUMEN PLIS ME QUEDA UNA HORA PARA ENTREGARLO


luisasilvinamorales: NOOO
luisasilvinamorales: SOY NUEVO
Usuario anónimo: ahhh
luisasilvinamorales: COMO ES
Usuario anónimo: y pk todos ponen esqa pregunta
luisasilvinamorales: MMMM
luisasilvinamorales: YO SOYY
luisasilvinamorales: LO TENGO QUE ENTREGAR EN MEDIA HORA
Usuario anónimo: sta bien lo hare
luisasilvinamorales: OKEY ME LA PASAIS POR RESPUESTA PORQUE NO LO MANEGO MUY BIEN

Respuestas a la pregunta

Contestado por juandavidto123
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El rastro de la canela

El rastro de la canela cuenta los avatares del romance. Específicamente el de Clara que, aunque fue criada en Río de Janeiro, tiene por única familia a unos estancieros porteños, y un mulato libre al servicio del marido de su prima. Huelga decir que ni su familia ni la sociedad de la época toleran la relación, que crece a hurtadillas. Pese al núcleo narrativo tradicional, la novela tiene una fuerte impronta femenina -y hasta feminista-. Su protagonista se constituye como mujer desafiando los mandatos de una sociedad colonial pacata y represiva. Rechaza el concepto de pareja que intentan forzarle, reformula las amistades permitidas y se acerca a los esclavos de la estancia con gozosa fascinación.

El registro de El rastro… va en el mismo sentido. Bodoc da amplio espacio a la intuición de los personajes, recurre con inusual intensidad a los sentidos del olfato y el gusto (un talento que ya había demostrado en sus trabajos anteriores) y se permite deslizar los rituales de los esclavos africanos en el relato. En el sonido de los tambores, la línea entre la novela realista y la vertiente fantástica se vuelve tenue, aunque no llega a romperse. Ninguna de estas cosas sorprende a los habituales lectores de la santafesina, que se caracteriza por descripciones de gran lirismo, una sensibilidad notable para la concreción de ambientes de profunda verosimilitud, y un sentido de lo inasible de los sentimientos que -paradójicamente- le permite trasmitirlos en su mejor intensidad.

Paralelamente a la historia de amor, el texto entreteje el relato de los esfuerzos prerrevolucionarios de los criollos porteños que -eventualmente- desembocarían en la Semana de Mayo. El cressendo de la intensidad corre a la par en ambas líneas argumentales. Pero quienes lleguen al libro buscando una historia de conspiraciones -tan en boga- quedará desilusionado, pues si bien es un aspecto importante de El rastro…, no está allí su foco. Tanto que apenas aparecen conspiradores y funcionarios realistas. Sí figura un coro social que da cuenta de sus intereses, sus privilegios y sus posiciones (in)tocables. La Revolución es un espectro que atraviesa el libro.

Vale destacar el buen contrapunto entre Tobías y Fausto. Se diría que se disputan el amor de la protagonista, si el lector no supiera desde el comienzo quién la acompañará. En todo caso, la construcción de Fausto es interesante, pues enerva y causa pena al mismo tiempo.

En 1810, en el Virreinato del Río de la Plata los ánimos están agitados. La situación de la corona de España ha cambiado y es momento propicio para que nuevas voces locales sean oídas. Pero los sectores más tradicionales no están dispuestos a poner en juego su posición. Entre ellos se encuentran don Eladio Torrealba y su hijo Fausto. Su mujer, Clara, como corresponde a una dama de la época, está de acuerdo con lo que opina su marido. Pero la tranquilidad y el equilibrio de la casa se ven turbados por la llegada de Amanda, la hermana menor de Clara, que fue criada en Río de Janeiro hasta que su padre murió. Amanda no logra aceptar las estrictas reglas de la sociedad colonial. Su único refugio es la amistad y compañía de la esclava María. Su rebeldía la conduce por un camino prohibido, al compás de los tamtanes y el descubrimiento del amor.

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