UN RESUMEN DE ESTE TEXTO
El triunfo de la lentitud
Es la nueva revolución. Un movimiento que triunfa en el mundo encabezado por aquellos que aspiran a recuperar la calma para saborear la vida. 'Contra el agobio, pereza' es el lema que arrastra a gentes, ciudades y profesionales que abogan por la conquista del tiempo
Karelia Vázquez
En Londres, un estresado periodista económico de nombre Carl Honoré se dispone a leer un cuento a su hijo Benjamin antes de dormir. Es la clásica leyenda de príncipes y hadas. Interminable y aburrida para Carl, a quien espera la cena por terminar, las noticias de la tele y varios e-mails sin responder. Prueba a saltarse una página del libro, pero el pequeño de dos años le obliga a retroceder: "¡Papá, vas demasiado rápido!". Carl recupera el pasaje perdido y mira a su hijo buscando alguna pista del tiempo que le queda para dormirse de una vez. Y así hasta que uno de los dos se agota. Esa noche le ha tocado al pequeño, que se duerme un minuto antes de que su padre pierda la paciencia. "Esto no puede seguir así", piensa Carl, sintiéndose el hombre más egoísta del mundo, pero a la mañana siguiente tiene que coger un avión y va a contrarreloj [...]
Los teóricos de la lentitud apuestan por impulsar un cambio de prioridades y conseguir que los bienes materiales sean menos importantes que contar con tiempo suficiente para disfrutar de la vida. "Mucha gente asume que bajar el ritmo quiere decir trabajar menos horas, ganar menos dinero y consumir menos. Ése puede ser el caso de algunos, pero no el de todo el mundo. Se puede ser más eficiente haciendo las cosas más despacio", tercia Carl Honoré, y recuerda que los trabajadores con una mayor productividad por hora son los franceses, que han estado varios años con la semana de 35 horas. Del mismo argumento tira Ignacio Buquera, creador de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles: España está a la cola de
la productividad” en Europa y somos los últimos que nos vamos de la oficina”. En su libro Tiempo al tiempo (Planeta, 2006) defiende la flexibilidad de horarios de entrada y salida y la puesta en práctica de la política de luces apagadas en las empresas.
"La cultura de calentar la silla es un tema decimonónico; en el siglo XXI debe primar la eficiencia sobre la presencia". Se trata de que en torno a las cinco de la tarde todo el mundo se vaya a su casa. "Muchos empresarios creen que vamos a por una reducción de la jornada laboral, pero hablamos de cumplir lo que ya está escrito en los convenios colectivos y que las horas que se pasen en las empresas sean productivas".
Carl Honoré se concede una vez al día una pausa tecnológica, libre de móviles y ordenadores. "No se puede estar conectado todo el tiempo". Curiosamente, la idea la copió de un gerente de la tecnológica IBM que lanzó un movimiento por el slow e-mail. Se trata de reducir las veces al día que revisamos nuestro buzón para ser, asegura, "más felices y más creativos".
Carl ha conseguido superar el momento crítico del día: la hora de leer el cuento a su hijo. Ha dejado de usar reloj, pero, incluso antes de comenzar, tapa el despertador del cuarto del niño. "No quiero saber qué hora es". Hace un año, mientras Carl preparaba sus maletas para un viaje, Benjamin le regaló una postal. "¿Para la buena suerte?", preguntó Carl. "No, es por ser el que mejor cuenta los cuentos del mundo"
Respuestas a la pregunta
Respuesta:
El triunfo de la lentitud
Un movimiento que triunfa en el mundo encabezado por aquellos que aspiran a recuperar la calma para saborear la vida.
Karelia Vázquez
En Londres, un estresado periodista económico de nombre Carl Honoré se dispone a leer un cuento a su hijo Benjamin antes de dormir. Interminable y aburrida para Carl, a quien espera la cena por terminar, las noticias de la tele y varios e-mails sin responder. Carl recupera el pasaje perdido y mira a su hijo buscando alguna pista del tiempo que le queda para dormirse de una vez. «Mucha gente asume que bajar el ritmo quiere decir trabajar menos horas, ganar menos dinero y consumir menos.
Ése puede ser el caso de algunos, pero no el de todo el mundo. Se puede ser más eficiente haciendo las cosas más despacio», tercia Carl Honoré, y recuerda que los trabajadores con una mayor productividad por hora son los franceses, que han estado varios años con la semana de 35 horas. Se trata de que en torno a las cinco de la tarde todo el mundo se vaya a su casa. «Muchos empresarios creen que vamos a por una reducción de la jornada laboral, pero hablamos de cumplir lo que ya está escrito en los convenios colectivos y que las horas que se pasen en las empresas sean productivas».
Carl Honoré se concede una vez al día una pausa tecnológica, libre de móviles y ordenadores. «No quiero saber qué hora es». Hace un año, mientras Carl preparaba sus maletas para un viaje, Benjamin le regaló una postal. «¿Para la buena suerte?», preguntó Carl.
«No, es por ser el que mejor cuenta los cuentos del mundo».