un poema de gonzalo jimenez de quesada
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Ya van, ya van, ya llegan,
corazón mío, mira las naves,
las naves por el Magdalena,
las naves de Gonzalo Jiménezya llegan, ya llegan las naves,
detenlas río, cierra
tus márgenes devoradoras,
sumérgelos en tu latido,
arrebátales la codicia,
échales tu trompa de fuego,
tus vertebrados sanguinarios,
tus anguilas comedoras de ojos,
atraviesa el caimán espeso
con sus dientes color de légamo
y su primordial armadura,
extiéndelo como un puente
sobre tus aguas arenosas,
dispara el fuego del jaguar
desde tus árboles, nacidos
de tus semillas, río madre,
arrójales moscas de sangre,
ciégalos con estiércol negro,
húndelos en tu hemisferio,
sujétalos entre las raíces
en la oscuridad de tu cama,
y púdreles toda la sangre
devorándoles los pulmones
y los labios con tus cangrejos.
Ya entraron en la floresta:
ya roban, ya muerden, ya matan.
¡Oh Colombia! Defiende el celo
de tu secreta selva roja.
Ya levantaron el cuchillo
sobre el oratorio de Iraka,
ahora agarran al zipa,
ahora lo amarran. «Entrega
las alhajas del dios antiguo
las alhajas que florecían
y brillaban con el rocío
de la mañana de Colombia.
Ahora atormentan al príncipe.
Lo han degollado, su cabeza
me mira con ojos que nadie
puede cerrar, ojos amados
de mi patria verde y desnuda.
Ahora queman la casa solemne,
ahora siguen los caballos,
los tormentos, las espadas,
ahora quedan unas brasas
y entre las cenizas los ojos
del príncipe que no se han cerrado.
corazón mío, mira las naves,
las naves por el Magdalena,
las naves de Gonzalo Jiménezya llegan, ya llegan las naves,
detenlas río, cierra
tus márgenes devoradoras,
sumérgelos en tu latido,
arrebátales la codicia,
échales tu trompa de fuego,
tus vertebrados sanguinarios,
tus anguilas comedoras de ojos,
atraviesa el caimán espeso
con sus dientes color de légamo
y su primordial armadura,
extiéndelo como un puente
sobre tus aguas arenosas,
dispara el fuego del jaguar
desde tus árboles, nacidos
de tus semillas, río madre,
arrójales moscas de sangre,
ciégalos con estiércol negro,
húndelos en tu hemisferio,
sujétalos entre las raíces
en la oscuridad de tu cama,
y púdreles toda la sangre
devorándoles los pulmones
y los labios con tus cangrejos.
Ya entraron en la floresta:
ya roban, ya muerden, ya matan.
¡Oh Colombia! Defiende el celo
de tu secreta selva roja.
Ya levantaron el cuchillo
sobre el oratorio de Iraka,
ahora agarran al zipa,
ahora lo amarran. «Entrega
las alhajas del dios antiguo
las alhajas que florecían
y brillaban con el rocío
de la mañana de Colombia.
Ahora atormentan al príncipe.
Lo han degollado, su cabeza
me mira con ojos que nadie
puede cerrar, ojos amados
de mi patria verde y desnuda.
Ahora queman la casa solemne,
ahora siguen los caballos,
los tormentos, las espadas,
ahora quedan unas brasas
y entre las cenizas los ojos
del príncipe que no se han cerrado.
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