un parlamento Sobre el odio
Respuestas a la pregunta
Explicación:
Prolifera en la política el lenguaje del odio. Lo hace en España y fuera de ella; en las redes sociales, los platós televisivos y las emisoras de radio; en la calle y, también, por desgracia, en los parlamentos. El lenguaje del odio no es nuevo; es tan viejo como el empeño de los totalitarismos, sean de izquierdas, de derechas o nacionalistas, en destruir la democracia, acabar con la libertad e imponer su credo a los individuos. Pero sorprende que haya vuelto, y que lo haya hecho con tanta virulencia. Lo observamos extenderse en la América que representa Trump, el Reino Unido de Nigel Farage, la Francia de Marine Le Pen o la España de Gabriel Rufián. Unos ofenden a las mujeres, otros denigran a los extranjeros, los de más allá humillan a los musulmanes y los de más acá presumen en público del asco y desprecio que les provocan sus rivales políticos.
En el lenguaje del odio se confunde el acto de hablar, cuyo fin es construir sentido, con el acto violento, cuyo fin es destruir. El lenguaje, que en una democracia debe habitar en una esfera autónoma y separada de la coacción, se transforma en un elemento a su servicio, convirtiendo el discurso político en la continuación de la violencia por otros medios.