un mito de lambayeque??? x fa urgente
onelia:
mi mama es de lambayeque pero no se
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MITO DE LOS PECES Y DE LOS HOMBRES
Los peces habían sido seres humanos, como descendientes de una antiquísima raza de enanos, que poblaba nuestras tierras, en edades pretéritas. Vivían en ciudades lacustres; sólo se alimentaban de pescado; reverenciaban al mar, sus tormentas, sus arenas y sus conchas. Mitigaban su sed con la sangre de los peces y sólo salían de sus moradas cuando el Sol desaparecido del horizonte. Las noches de la Luna eran de duelo para ellos y cuando más oscuro estaba el cielo y se tornaba amenazante el mar, solían efectuar sus fiestas y sus ritos. Consistían unas y otros, especialmente en sacrificios ofrecidos a su Dios principal “el robalo”, al cual reverenciaban y respetaban , llegando a tal extremo su temor por ese Dios que bastaba con que alguna lo viera a la distancia, para que fuera exterminado inmediatamente, de conformidad con la usanza ancestral que establecía que mirar a Dios era tomar algo de El y hacerse superior a los demás hombres.
Y así pasaron los tiempos y corrieron las edades; se formaron nuevos mundos y nacieron otras civilizaciones, hasta que el Sol tomó posesión del Cielo y ordenó a los hombres – peces que se calentaran con el fuego que El ofrecía, que habitaran las tierras, se alimentaran de sus productos y que bebieran de sus aguas. El Sol llegó a ellos tomando la apariencia de una ballena, pero los primitivos hombres – peces no sólo despreciaron sus mandatos, sino hasta lo persiguieron, negándose a reconocer sus potestad y su fuerza.
Entonces el Padre Sol, el Poderoso Hacedor, el Dueño de los Mundos destruyó sus viviendas y los convirtió en peces, condenándolos a morir cuando fueran calentados por su calor o cuando vieran la luz de la Luna o las estrellas, por no haber querido aceptar la nueva ley de las esferas.
Por eso y desde aquella época los peces mueren al ser sacados de las aguas.
Los peces habían sido seres humanos, como descendientes de una antiquísima raza de enanos, que poblaba nuestras tierras, en edades pretéritas. Vivían en ciudades lacustres; sólo se alimentaban de pescado; reverenciaban al mar, sus tormentas, sus arenas y sus conchas. Mitigaban su sed con la sangre de los peces y sólo salían de sus moradas cuando el Sol desaparecido del horizonte. Las noches de la Luna eran de duelo para ellos y cuando más oscuro estaba el cielo y se tornaba amenazante el mar, solían efectuar sus fiestas y sus ritos. Consistían unas y otros, especialmente en sacrificios ofrecidos a su Dios principal “el robalo”, al cual reverenciaban y respetaban , llegando a tal extremo su temor por ese Dios que bastaba con que alguna lo viera a la distancia, para que fuera exterminado inmediatamente, de conformidad con la usanza ancestral que establecía que mirar a Dios era tomar algo de El y hacerse superior a los demás hombres.
Y así pasaron los tiempos y corrieron las edades; se formaron nuevos mundos y nacieron otras civilizaciones, hasta que el Sol tomó posesión del Cielo y ordenó a los hombres – peces que se calentaran con el fuego que El ofrecía, que habitaran las tierras, se alimentaran de sus productos y que bebieran de sus aguas. El Sol llegó a ellos tomando la apariencia de una ballena, pero los primitivos hombres – peces no sólo despreciaron sus mandatos, sino hasta lo persiguieron, negándose a reconocer sus potestad y su fuerza.
Entonces el Padre Sol, el Poderoso Hacedor, el Dueño de los Mundos destruyó sus viviendas y los convirtió en peces, condenándolos a morir cuando fueran calentados por su calor o cuando vieran la luz de la Luna o las estrellas, por no haber querido aceptar la nueva ley de las esferas.
Por eso y desde aquella época los peces mueren al ser sacados de las aguas.
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