un mito cultural prehispanica
Respuestas a la pregunta
Respuesta: La leyenda del Sol y la Luna
Cuando el mundo aún estaba siendo formado, los dioses se reunieron para decidir quiénes serían los encargados de iluminarlo, para así no mantenerlo sumido en las tinieblas. Tecuciztécatl, uno de los dioses presentes, afirmó con arrogancia que sería él quien lo iluminaría. Todos los presentes aceptaron de buen grado, pero se necesitaba a alguien para complementará tal tarea y al no ofrecerse alguien más, los dioses decidieron decirle Nanahuatzin, un dios modesto y callado, quien aceptó tal tarea. Para llegar puros al sacrificio y ambos pudiesen ser quienes iluminaran al mundo, ambos se dedicaron a hacer penitencia. El día del sacrificio llegó y ambos debían arrojarse al fuego para completar el proceso. El orgulloso Tecuciztécatl dudo en arrojarse al fuego, lo intentó varias veces pero no se decidía, por lo que los demás dioses le pidieron a Nanahuatzin que lo intentase, éste caminó decidido hacía el fuego y sin pensarlo dos veces cerró los ojos y entregó su cuerpo. Tecuciztécatl, avergonzado por sentir miedo, se arrojó inmediatamente después de Nanahuatzin. Y así, en el mismo orden en que se arrojaron, aparecieron ambos dioses en el cielo, convertidos en el Sol y la Luna.
Explicación:
Respuesta:
la piel de venado
Explicación:
Se dice que en un principio, los venados tenían una piel tan blanca que eran fácilmente vistos por los cazadores, quienes sentían un predilección por la piel del venado gracias a la resistencia de ésta, perfecta para la fabricación de escudos, además del delicioso sabor de su carne. En cierta ocasión, un cervatillo que se había alejado de su madre se encontraba bebiendo agua de un arroyo cuando escuchó voces humanas, al voltear se percató que eran cazadores que se aprestaban a disparar su flechas contra él, saltó a tiempo para esquivar una de las flechas y salió corriendo. Pero los cazadores eran muy ágiles y veloces y en más de una ocasión, las flechas lanzadas por estos pasaban silbando muy cerca de su cuerpo; cuando una de aquellas flechas estaba a punto de herirlo, pisó un hoyo que había en la tierra y cayó dentro de una cueva que se mantenía oculta entre la maleza. Allí se encontró con tres entes mágicos que le aliviaron el dolor y lo mantuvieron a salvo mientras su pata se curaba. Después de haberse recuperado por completo, el pequeño ciervo agradeció la bondad de aquellos entes y, a punto de despedirse, ellos le concedieron un deseo. El ciervo pidió que lo protegieran a él y a su especie, de los hombres. Los entes accedieron y tomaron tierra entre sus manos y, vertiéndola sobre la piel del venado, pidieron al Sol que éste cambiara de color la piel de los venados para que se confundieran con la tierra El Mayab. Desde entonces la piel de los venados cambio para protegerlos y se convirtió en una representación de El Mayab