un escrito argumentativo de la importancia del lenguaje en la historia en relación ala guerra y ala paz
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Respuesta:
Los conflictos que se presentan en nuestra vida cotidiana tienen la posibilidad de zanjarse en cuanto pueden ser procesados, trascendidos (es decir, sobrepasados y proyectados) y finalmente transformados. De este modo, aunque las partes involucradas puedan coexistir con la permanencia de conflictos, que no implican necesariamente una relación sumos cero (que la ganancia de uno signifique la pérdida del otro), merece la pena plantearse alternativas de solución, desde la premisa que apunta que los conflictos no resueltos generan violencia. Los conflictos son luchas por sobrevivir, por obtener bienestar y libertad; son disputas por construir la propia identidad, en última instancia por defender la satisfacción de las necesidades humanas básicas. Insultar tales necesidades básicas es violencia2.
En el interior de cada conflicto existe una contradicción o un problema, es decir, algo que se interpone en el camino de otros. Se presentan como situaciones que tienen en sí mismas una force motrice para los agentes, individuos o colectivos que piden solución. Entonces el conflicto no es estático, puede derivar en conductas constructivas como: el arte de la discusión y la mediación que se vehicula gracias al diálogo. Si las contradicciones o problemas considerados conflictuales no se superan, se viven como frustraciones; “esto lleva a la agresividad como actitud y a la agresión como conducta, según la famosa hipótesis (que afirma que) […] una conducta agresiva puede ser incompatible con el concepto de felicidad que tiene la otra parte, lo que añade una nueva contradicción a la ya existente, y posiblemente estimula mayor agresión en todas las partes implicadas”3. Un conflicto no resuelto y no superado es el germen de la espiral de violencia.
El recurso eje del que partimos en esta reflexión, como alternativa para resolver y trascender los conflictos –y por esta vía alcanzar la paz– es el diálogo. En principio existe un acuerdo razonable sobre el diálogo como modalidad reconocida para afrontar los conflictos, sin embargo, cuando se concreta en disputas específicas, tal acuerdo razonable se dirime en opiniones polarizadas. Estos desacuerdos se despliegan de manera especialmente vívida, y escalan en campos caracterizados por posturas irreconciliables, cuando se busca vincular diálogo y el conflicto violento. Para algunos el diálogo, incluso en circunstancias y modos específicos, “debe de seguir siendo la referencia central en la gestión positiva del conflicto; para otros, expresa una gravísima claudicación moral, con la que nunca se consigue la paz en el marco de la justicia”4.
De esta forma el diálogo supone una tensión entre dos perspectivas: por un lado, una perspectiva de fecundidad para las relaciones humanas y, por el otro, una situación problemática y compleja cuando se intenta aplicar a la realidad conflictual. En el presente texto consideramos posible centrarse en esta tensión, trabajándola de manera positiva y situándola en un entorno contextual en el que se viven con fuerza los conflictos políticos y sociales, que incluyen expresiones violentas.
El diálogo sobre el que pretendemos reflexionar en este espacio integra cercanamente a la escucha, esto a partir de las propuestas hechas por Mariflor Aguilar5 en la línea de los estudios hermenéuticos en coordinación con los estudios de paz. El argumento que intentamos desplegar en este espacio reside en: si el diálogo dirime conflictos y se enriquece por la escucha, entonces es posible lograr la trascendencia de dichos conflictos al atisbar los acuerdos a partir del reconocimiento de lo otro, en lo común. En lo común es posible esgrimir y construir la paz en escenarios específicos de la realidad social.
Orientados por estos supuestos este escrito se organiza en cinco incisos: en el primero se discurre sobre la consideración de la paz como algo factible; el segundo trata sobre el diálogo en el que se sustenta la posibilidad de alcanzar la paz, aquel que parte de la escucha y reconoce la alteridad; el tercero reflexiona sobre lo común como escenario de factibilidad del diálogo como se ha definido hasta ahora; y en cuarto lugar se retoma la escucha y el sentido común, elementos necesarios para la concreción del diálogo; finalmente, en quinto lugar y a modo de conclusión se expone la posibilidad de la paz a partir de los recursos o elementos que se presentan a lo largo del escrito -principalmente el diálogo, la escucha, el sentido común y la imaginación- como medios para una transformación viable de la realidad.
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