Filosofía, pregunta formulada por mogollito543, hace 1 año

Un dialogo socratico largo

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Contestado por alinitaaa
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Desde hace cuarenta años Livio Rossetti ha tratado de entender los difíciles y fascinantes problemas relacionados con el diálogo socrático desde una perspectiva diferente de y en buena medida opuesta a los métodos tradicionales. Para entender lo anterior tal vez sea útil observar el desarrollo de sus indagaciones. Los ensayos publicados en este periodo parecen responder en su conjunto a una planeación a largo plazo. Los trabajos de los primeros catorce años (de 1971 a 1984) intentan sobre todo reflexionar acerca del estado de la cuestión al respecto,1 establecer el corpus de estudio sobre Sócrates y la escuela socrática2 e identificar los principales problemas relativos a la literatura socrática.3 Luego, traslapados con esa primera etapa, los ensayos de los siguientes quince años (de 1984 a 1998) se proponen principalmente refutar la tendencia, muy enraizada en los estudios modernos, a considerar a los sofistas más como maestros de retórica que como filósofos o pensadores serios. Se observa, por un lado, el uso magistral que Sócrates y Platón hacen de artilugios retóricos y, por otro, la seriedad de los planteamientos de los "sofistas".4 Al lado de lo anterior, se analiza una serie de recursos macro-retóricos presentes en los diálogos, en particular los platónicos,5 a la par de de sarrollar con base en la tecnología digital un proyecto sobre el diálogo interactivo.

En fin, los estudios publicados durante los catorce años siguientes (de 1998 a 2011) se orientan, por una parte, sobre todo a describir la naturaleza, los elementos y el funcionamiento de los diálogos y, por otra, a mostrar su importancia como género filosófico de primer orden en las primeras tres décadas del siglo IV a. C.6 Se tiene la impresión de que estos últimos artículos cierran un gran ciclo de tesis, antítesis y síntesis o, mejor, de proemio, agón y epílogo, aunque es necesario observar que los temas se traslapan en buena medida y que, en fin, las fechas de publicación no responden del todo a la ideación y escritura de los textos.

Los trabajos de la compilación objeto de este comentario, Le Dialogue socratique, pertenecen sobre todo a esta última etapa, aun cuando algunos de ellos se publicaron antes.7 Nos encontramos, pues, en la culminación de un enorme esfuerzo por entender ese género. Las consideraciones del propio autor son certeras:

[el libro] me permite mostrar más nítidamente que en el pasado el hilo conductor de muchas de mis investigaciones, como son: (a) la idea de que Sócrates sea identificado no por algunas doctrinas en particular sino por un modo altamente innovador de "trabajar sobre los" y con los interlocutores (cf. la expresión "to do things with words"); (b) el intento de entender lo que ha caracterizado a la literatura socrática más antigua, en qué cosa consiste su peculiar identidad, cuáles son las raíces de su aparentemente vitalidad indeleble.8

Considero que el valor del libro radica sobre todo en esos dos filones conclusivos de cuarenta años de trabajo sobre el diálogo socrático: su innovación comunicativa y su singularidad como género literario.

Si se quisiera describir las características generales de la producción reseñada sería suficiente con recurrir al Prólogo escrito por F. Roustang, el compilador de los ensayos, quien considera que la singularidad más llamativa de nuestro autor es su carácter "poco ordinario", cuya "impertinencia" hizo irrupción en un medio tan rígido como el de los estudios socráticos, y cuyas lecturas resultan muy diferentes de aquellas a las que estamos tan habituados.9 En su ensayo sobre Eutifrón (Cap. 4), el maestro perusino adivina una objeción a su propia interpretación sobre la pretensión de Sócrates y Platón de manipular a sus lectores:

¿Qué es esto: ¿una escuela de antiplatonismo y antisocratismo? ¿Una invitación a desconfiar, rechazar y, en fin degradar a ambos personajes? ¿Un intento por rehabilitar a los sofistas sin preocuparse de estar desacreditando a sus más duros detractores? (p. 179).



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