un diálogo del lenguaje representativo
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Respuesta:
Pocos incurren en la necedad de rechazar un diálogo para tratar de zanjar una crisis ya incontenible y, ciertamente, morbosa.
Por cierto, la de un país petrolero que tampoco pudo solventar sus problemas a realazos, en la última década, quedando como saldo un socialismo tan decrépito como testarudo.
Necesario e inevitable, requiere de una interlocución seria, coherente y confiable, pero también de un mínimo conjunto de condiciones que lo haga útil, pertinente, auspicioso y productivo. El solo verbalismo no lo autoriza, por más habilidad que finjan sus actores.
Del encuentro con el gobierno en República Dominicana, nos enteramos a través de la canciller que dio una primicia de aviesas intenciones. Y, es nuestra convicción, no puede haber un diálogo eficaz mientras haya presos políticos ni se acepte la urgida ayuda humanitaria del exterior. Sin embargo, agreguemos otro elemento importantísimo.
El diálogo ha de ser representativo de todos los sectores, fuerzas y corrientes que constituyen el lado gubernamental y el opositor, pues, no todo el Polo Patriótico ni toda la Mesa de la Unidad ha sido informada y consultada antes y durante los intentos de conversación. Impráctico y hasta inconveniente, no aspiramos a la minuciosa evaluación de cada tentativa y vicisitud, agotándonos en los pormenores de un juego táctico que, al prolongarse, favorecería al poder establecido que lo es tanto para los socios secundarios, subestimados y relegados del gobierno, como para toda la oposición, pero sí demandamos un indispensable acuerdo de desarrollo estratégico en el que todos nos veamos y sintamos representados.
Valga la acotación, prosperará el diálogo entre gobierno y oposición, además de las condiciones irrenunciables que lo faciliten, en la medida que prospere el diálogo al interior del propio gobierno y de la propia oposición. De lo contrario, no será viable y, menos, sustentable, algo que, subrayemos, le conviene al mismísimo gobierno que ya no puede correr más la arruga.