Un cuento inventado con el tema la cultura del Ecuador
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Cuento 1 - El abejero de las barbas de oro
Hace mucho tiempo atrás, en una de las comarcas de la serranía ecuatoriana, cuando las Familias estaban integradas por muchos hijos y más parientes cercanos y se dedicaban a la agricultura y al cuidado de pocos animales domésticos. Cuando las casas estaban asentadas a varios kilómetros, y cuando tenían que comunicarse en casos de emergencia, se subían a los cerros para gritar o tocar el cacho. Las parcelas eran lo suficientemente amplias y la producción muy bien avanzaba para la supervivencia de todos y de todas.
Los soberados eran verdaderas bodegas, en donde guardaban los granos para el sustento de todo el año. Los caminos de acceso a los pueblos eran de tierra y en invierno eran llenos de camellones debido a la humedad y al constante deambular de los caballos que servían para el transporte de las personas y de la carga. Había muchos chaparros a la orilla de los caminos vecinales y en las cercas de las parcelas; también selva virgen de donde sacaba leña para la combustión y madera para la construcción de las casas. El ambiente estuvo aromatizado por la presencia de infinidad de flores en épocas de verano. Los pájaros eran abundantes y el trinar era una verdadera sinfonía durante las tardes y las madrugadas.
La población masculina de este vecindario a mas de dedicarse a la agricultura, practicaba ciertos oficios: había un carpintero que se ocupaba de la construcción de las casas especialmente en los veranos, un herrero dedicado a la producción de herrajes para los caballos y mulos, un peluquero que además hacía de sombrerero, un sastre, un remendón de zapatos y un tejedor de ponchos, chalinas y cobijas con hilos de lana de borrego, este personaje era de tez muy blanca, pelo castaño y las barbas muy abundantes y de color oro.
Entre las mujeres había una partera, una curandera que practicaba la medicina natural. También había una mujer que limpiaba el mal aire y el espanto. Pero también había una que hacía la brujería y se lo identificaba por la vestimenta negra que lo utilizaba y el fuerte olor a ruda, pues en su casa tenía muchas plantas de este vegetal tan aromático.