Un conejo
Alguien lo dejó muy pequeño, en el corral contiguo a la cocina.
Ahora es un conejo grande y blanco, de una blancura que bien podría ser símbolo del candor, así como sus ojos de un rosado vivo podrían ser la aurora de la inocencia…
Su hocico, tierno y sensitivo, expresa todos sus estados anímicos: ansiedad, temor, desconfianza, alegría, dolor. En él también – fuente inagotable de muecas y sonrisas -, con el sentido del olfato, reside el del tacto desarrollado de manera increíble, igual que en los palpos de algunos insectos.
Acercándolo delicadamente a las nervudas hojas de col, y con apenas un temblor de mandíbulas, las roe tan deprisa que las hojas se van achicando rápidamente hasta desaparecer…
Sus orejas, que miden más de la mitad del cuerpo, acaso sean tan largas en su especie, porque durante innumerables generaciones se los ha tomado, para alzarlos por esos apéndices excesivos que, en algunos ejemplares esmirriados, esos apéndices parecen ser lo principal y el cuerpo lo accesorio. Al levantarlos por las orejas, quedan arañando el aire y dando unos tremendos sacudones hacia abajo, cual si quisieran arrancarse de ellas… Además, en su vida salvaje, esa largura les sirve para elevarlas por sobre los altos pastos a modo de antenas que captan los ruidos peligrosos.
De cualquier manera, ahí están, atentas a todos los rumores del pequeño mundo que lo rodea, y las lleva hacia adelante, las inclina hacia atrás, o tiende una sola, dejando la otra caída en sentido opuesto, como quebrada en su raíz, cobrando así la apariencia de un ser mutilado.
En horas de frio, las arría, pegándolas al lomo, se encoge todo y apagando los claros rubíes de sus ojos para dormitar, se hunde en su piel abrigada como dentro de un suave manchón.
En la tibieza del sol, se acuesta y estira cuando puede el cuerpo, las patas y las orejas, cual si quisiera aprovechar el mayor espacio soleado. Cuando así está y sonríe, es que sueña con brincos y carreras en pleno campo, jugando con sus hermanitos o con sus parientes pobres, los lebratos, eternamente vestidos con grandes chaquetones de color ratón… De pronto, el palomar sacude un lienzo de palomas que parten aplaudiendo, y él se sobresalta. Luego, sentado sobre sus cuartos traseros, las mira volver una a una, y embobado contempla el giro de sus vuelos.
Así pasan los días mansos, buenos de su breve existencia, en una actitud de humilde filosofía.
Hermano mío: en verdad te digo que, cuando tus días terminen, iras a vivir eternamente en un campo de tiernos pastos y aguas de reposo, como dice el clásico salmo; un campo celeste donde no existe ningún peligro de cazadores ni cocineros, y en donde tus largas orejas no servirán para apresarte y levantarte bruscamente en vilo por ellas, sino para que Francisco de Asís las acaricie al pasar.
8. La función lingüística predominante en el texto es
a) Apelativa b) metalingüística c) fática
d) informativa
ale2electrico:
Por lo menos si me pueden poner un 3 1 sustantivo propio que no se Francisco Ni ASIS
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ndueuvdnxhwieubcwhjeh
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