Ciencias Sociales, pregunta formulada por adriano2873, hace 16 horas

texto reflexivo sobre la pandemia en los alumnos​

Respuestas a la pregunta

Contestado por fernandamarquez28076
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Explicación:

El año 2020 sorprende al mundo con un nuevo coronavirus que produce la enfermedad COVID-19 altamente contagiosa, de una significativa letalidad. La enfermedad se expande por todos los continentes y se convierte en un desafío para la comunidad científica, los sistemas de salud, los servicios sociales, los gobiernos nacionales y los medios de comunicación social. Ante la emergencia, los saberes sociales contribuyen a la movilización e incorporación social de personas y grupos a la promoción de salud, a la generación, implementación y evaluación de políticas sociales dirigidas a minimizar los efectos de la pandemia. En el presente trabajo se propone como objetivo analizar, desde la perspectiva de la interrelación entre ciencia, tecnología y sociedad, los modelos de desarrollo social que priorizan lo económico sobre otros aspectos de la vida social.

nuestras vidas cambio radicalmente para todos las rutinas cambiaron, las escuelas cerraron por está pandemia nos alejamos de amigos, familia, maestros, compañeros, pero no solo eso varias familias perdieron algún ser querido que luchó contra está pandemia y desagradablemente no pudo ganar la lucha, y hoy en dia varios de nosotros no seguimos las indicaciones del cubre bocas, el gel antibacterial, la sana distancia, nos estamos matando entre todos porque no ponemos de nuestra parte y no sabes si el día de mañana será uno de nosotros el que no pueda ganar la lucha o este luchando contra está enferdad por eso es importante respetar las reglas y así evitaremos contagios y muertes...

¡Otra familia perdió un ser querido, cualquier día podría ser la tuya!

Cuídate y cuídame

Contestado por kimaestrella2891
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Respuesta:

La pandemia cambió el mundo. Todos aquellos referentes con los que actuábamos, pensábamos y, sobre todo, con los cuales vivíamos, no solamente fueron cuestionados, sino que, en la práctica, fueron modificados en un periodo de tiempo muy corto. Quedarnos en casa, aislarnos socialmente, dejar de mostrar afecto físico, dejar de ir a la escuela y al trabajo, cubrirnos para no infectarnos; en fin, una serie de medidas que trastocaron todas las acciones, costumbres, ritos y tareas que, conscientes o no, estábamos acostumbrados a realizar en nuestro día a día.

Todo el mundo coincide con que estamos frente a uno de los momentos históricos más álgidos de la humanidad en el que la incertidumbre, el miedo y el desconocimiento son experiencias genéricas que marcan a cada ser humano según su situación particular.

Escuchamos día a día el número de infectados, personas que fallecen y enfermos recuperados en nuestro país y el mundo. Tenemos información cada minuto y nos llega a través de todos los medios, pero nadie, absolutamente nadie, sabe qué sucederá después de que esta crisis sanitaria termine –si es que será, tal vez, el caso– y que debamos “volver a la normalidad”. Muchas posiciones e hipótesis han surgido: unas pesimistas y negativas que consideran que la explotación, el individualismo, la depredación al planeta y a la naturaleza, el “sálvese quien pueda”, el exacerbado e ilimitado consumismo continuarán e, incluso, se profundizarán en el marco de lo que podría denominarse un estado totalitario aliado a la tecnología (tecno-totalitarismo). Otras más optimistas que consideran que la crisis del coronavirus puede ser un punto de inflexión para que en todos los frentes (Estados nacionales, ciudades, comunidades e individuos) se promueva un mundo alternativo en el cual prime la solidaridad, la resiliencia, el apoyo y el cuidado colectivo, la conciencia ecológica, la justicia y la equidad.

Entre todo esto, el mundo de la educación, la escuela, los procesos pedagógicos y nosotros, los y las docentes, también nos hemos visto afectados en nuestra conciencia, nuestra práctica y, por lo tanto, en nuestra labor. De pronto, sin previo aviso, la epidemia nos deja sin el espacio del aula, nos quita nuestras herramientas de enseñanza, nos replantea los tiempos, los horarios y las prácticas a las cuales estábamos acostumbrados para enseñar; pero, sobre todo, nos aleja de nuestra contraparte más preciada, la que da sentido a la labor que realizamos: nuestros niños y niñas, adolescentes y jóvenes estudiantes.

Sin avisarnos, de una manera repentina, casi violenta, la epidemia y la crisis sanitaria nos pone frente a un computador y nos obliga –sin preparación previa para muchas y muchos de nosotros– a planificar, organizar y dar clases en una modalidad que muy pocos –o en muy limitada medida– conocíamos: la educación a distancia.

Han pasado varias semanas ya desde que se inició la cuarentena, a través de múltiples canales de comunicación, escuchamos múltiples voces que se quejan por la actual situación de la educación en el encierro. Estudiantes agobiados por las tareas y por la inutilidad de las sesiones asincrónicas, los docentes por la falta de acompañamiento para conectarse y “dar clase” en tiempo real a través de las plataformas, los padres y las madres cuestionando a las escuelas y a los docentes porque sus hijos no se ven igual de ocupados como cuando están en sus jornadas de clase, pero también porque no saben cómo apoyar a sus hijos.

Nadie, familias, docentes, directivos, ni estudiantes estuvo preparado para migrar a una educación a distancia. Por supuesto, ninguna escuela en México, América Latina o el mundo estaba preparada para enfrentar este repentino cambio en los tiempos, espacios y modalidades de la educación.

Semejante reto nos coloca a los docentes en la palestra de las familias, nos evidencia como “actores de primera fila” ante la sociedad y, con seguridad, el país nos responsabilizará de los logros o los fracasos que esta nueva experiencia pueda generar. Al igual que el personal médico y sanitario que lucha –sin las debidas armas– en el frente de batalla contra esta epidemia, también a nosotros los educadores nos ha tocado posicionarnos en primer plano en esta crisis, que ya no sólo es sanitaria, sino económica, social, educativa y cultural, y sin las suficientes y necesarias herramientas para dar respuesta a este insoslayable reto: seguir educando en tiempos de crisis.

En este sentido, como un homenaje a los docentes, me permito compartir algunas reflexiones de un educador en tiempos del coronavirus:

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