testimonios sobre la violencia en Colombia
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Respuesta:
La violencia en Colombia aumento tanto que muchos países empezaron a meterse en el caso, ya que todo esto ocurría porque el estado no hacía cumplir las propuestas de los jóvenes; siendo estos los causantes de el vandalismo en las ciudades como Cali y Bogotá, en estos últimos días, la violencia ha disminuido gracias a qué el presidente está haciendo cumplir las normas y reglas de la juventud.
Respuesta:
Colombia: 5 testimonios de lucha contra la violencia hacia las mujeres
El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. En Colombia una de cada seis mujeres desplazadas ha sido víctima de violencia sexual.
BOGOTÁ, Colombia, 25 de noviembre de 2010 (ACNUR) – En Colombia, donde una de cada seis mujeres desplazadas ha sido víctima de violencia sexual, la lucha para prevenir y enfrentar esta es uno de los grandes desafíos para las autoridades, la población desplazada y, por supuesto, para ACNUR.
Un informe de la Defensoría del Pueblo en 2008 encontraba que el 42 por ciento de las víctimas de violencia sexual y de género entre las mujeres desplazadas eran niñas aún entre los 10 y los 14 años. Por otro lado, las mujeres muchas veces se quedan solas frente a los hogares de población desplazada: el 43,8 por ciento de los hogares de población desplazada están encabezados por una mujer sola.
Estudios recientes de otras agencias de la ONU han encontrado un grado muy alto de tolerancia ante la violencia sexual y de género en algunas regiones del país.
Ante este desafío, la mayoría de las oficinas de ACNUR en Colombia tienen proyectos específicos de prevención y protección frente a la violencia sexual. Ante un problema de dimensiones inmensas, en esta ocasión buscamos darle espacio a breves testimonios de algunas de las mujeres y hombres socios de ACNUR en enfrentarlo.
Marta, lìder de una red de mujeres en Cúcuta (Norte de Santander, oriente de Colombia):
“Yo fui víctima de la violencia de los grupos armados en 1999, y por eso quise trabajar con otras mujeres como yo que sufren la violencia directamente. He visto a mujeres que tenían miedo hasta de decir su nombre hablando, denunciando y manejando ahora sus propias organizaciones. Por eso estoy muy orgullosa. Somos poquitras mujeres, pero somos un montón de hormigas”.
Ana Milena, lideresa indígena en el departamento del Putumayo (sur de Colombia):
“En esta zona es un problema la violencia contra las mujeres, y desafortunadamente en algunos cabildos indígenas también se presenta. He participado en diferentes procesos con mujeres y para mí es muy importante ayudarlas a estabilizarse socioeconómicamente, sobre todo a las madres solteras y a las viudas. Creo que la violencia intrafamiliar se puede acabar cuando se respeten uno al otro en la familia, cuando se valoren, por eso quiero enfocarme en procesos no sólo con las mujeres sino con toda la familia”.
Yijàn, formadora de mujeres en Quibdó, Chocó (Pacífico colombiano):
“Yo creo mucho en el poder del proceso organizativo. No es lo mismo una mujer sola en su casa pensando cómo cambiar su vida que muchas mujeres juntas. He visto muchas mujeres que cuando comienzan estos procesos para conocerse más, para organizarse tienen problemas con sus maridos. Y he visto a esos mismos maridos después acompañándolas a las reuniones, descubriéndolas de nuevo como mujeres y eso es muy bonito”.
Daminson, joven estudiante de Secundaria en Buenaventura (Valle del Cauca, Pacífico colombiano):
“Yo estaba en otros grupos de jóvenes y me postulé para este de luchar contra la violencia hacia las mujeres porque es un problema serio. Lo ve uno en las familias, los padres quieren tener a las mujeres encerradas. Lo ve uno en los jóvenes también, mucho maltrato de nosotros los hombres hacia las mujeres cuando hay relaciones sentimentales. Nosotros hacemos dramatizaciones en los colegios, en las comunidades y donde se necesite para mostrar que las cosas se pueden arreglar a las buenas, hablando”.
Luz, lideresa en Chigorodó (Urabá, frontera con Panamà):
“En la organización que yo dirijo la mayoría somos mujeres desplazadas que estamos solas. Yo busco enseñar a las compañeras que podemos defendernos si no tenemos un compañero, que podemos trabajar y hacer las cosas solas. Y también las enseñamos, si ya hay violaciones y violencia peor, a no quedarse calladas y a denunciar. Hace poco le pasó a una compañera, la atacaron muy duro y ella ya denunció, la autoridad respondió y las demás estamos pendientes, espiritualmente, pero también físicamente. Es lo que lo primero es la tolerancia. Nadie debe hacer lo que no le gusta que le hagan”.