¿Te parece justa la situación que viven algunos ancianos de nuestra comunidad?
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Respuestas a la pregunta
La COVID-19 y los ancianos
Durante la primera oleada de la pandemia una proporción considerable de las muertes de COVID-19 ocurrieron en instituciones para ancianos, lugares que se suponía debían proteger a la “parte más frágil de la sociedad”, y en los que se han registrado muchísimas más muertes en comparación con el hogar y ambiente familiar. El jefe de la Oficina europea de la Organización Mundial de la Salud declaró que en primavera de 2020 la mitad de las muertes por coronavirus en la región se produjeron en residencias de ancianos: una “tragedia inimaginable”, comentó[8]. De los cálculos de los datos comparados se revela que la “familia”, en iguales condiciones, ha protegido mucho más a los ancianos.
La institucionalización de los ancianos, especialmente de los más vulnerables y solitarios, propuesta como única solución posible para atenderlos, en muchos contextos sociales revela una falta de atención y sensibilidad hacia los más débiles. Sería necesario, más bien, emplear medios y financiamientos para garantizar la mejor atención posible a quienes más la necesitan, en un ambiente más familiar. Este enfoque es una clara manifestación de lo que el Papa Francisco ha llamado la cultura del descarte[9]. Los riesgos vinculados a la edad como la soledad, desorientación, perdida de la memoria, de la identidad y decadencia cognitiva, pueden manifestarse en estos contextos con mayor facilidad, mientras que la vocación de estas instituciones debería ser el acompañamiento familiar, social y espiritual del anciano en el pleno respeto de su dignidad, en un camino a menudo marcado por el sufrimiento.
Ya en los años en que fue Arzobispo de Buenos Aires, el Papa Francisco subrayaba que “la eliminación de los ancianos de la vida de la familia y de la sociedad representa la expresión de un proceso perverso en el que no existe ya la gratuidad, la generosidad, esa riqueza de sentimientos que hacen que la vida no sea sólo un dar y recibir, es decir, un mercado...Eliminar a los ancianos es una maldición que esta sociedad nuestra se inflige a menudo a sí misma” [10].
Por lo tanto, conviene más que nunca comenzar una reflexión cuidadosa, clarividente y honesta sobre cómo la sociedad contemporánea debería “acercarse” a la población de edad avanzada, especialmente allí donde sea más débil. Así mismo, lo que ha sucedido durante la pandemia de COVID-19 nos impide resolver la cuestión de la atención a los ancianos con la búsqueda de chivos expiatorios, de culpables individuales y, por otro lado, de levantar un coro en defensa de los excelentes resultados de los que evitaron el contagio en las residencias. Necesitamos una nueva visión, un nuevo paradigma que permita a la sociedad c